sábado, 20 de noviembre de 2010

La semana santa de Almendralejo desde sus inicios

A continuación, publicamos la comunicación presentada por Ángel Díaz en las primeras jornadas de historia de Almendralejo, organizadas por la Asociación Histórica de Almendalejo, que tuvieron lugar los días 13 y 14 de noviembre de 2009 y que llevaba por título

LA SEMANA SANTA DE ALMENDRALEJO: DE LA MODERNIDAD A
LA APORTACIÓN ROMÁNTICA DE LOS MONSALUD

The Easter Almendralejo: From modernity to the Monsalud romantic contribution



Ángel Díaz Rodríguez


RESUMEN: El primer documento sobre la Semana Santa de Almendralejo data de
1609, fecha en la que el concejo ordena empedrar las calles del centro para que puedan pasarlas procesiones de los disciplinantes. De estas procesiones de sangre se pasa a las barrocas, con la aparición del Santo Entierro pocos años después y una profusión de cultos nunca antes vista. Tras una larga etapa de procesiones de la época Moderna se desemboca en el Siglo de las Crisis, donde existen numerosas controversias entre los poderes civil y eclesiástico, en las que Carlos III trata de poner orden a un mundo caótico. Con la llegada de Alfonso XII, la nobleza local comienza a contribuir en la expansión de las devociones penitenciales, siendo el máximo exponente la casa de Monsalud.


ABSTRACT: The first document on the Holy Week of Almendralejo dates back of1609, date in which the council arranges the streets of the center in order that they could passthe processions of the disciplinary ones. Of these processions of blood it passes to the baroque ones, with the appearance of the Holy Burial a few years later and a profusion of worships before never dresses. After a long stage of processions of the Modern age one ends in the Century of the Crises, where numerous controversies exist between the power civil and ecclesiastically, in that Carlos III tries to put order to a chaotic world. With the arrival of Alfonso XII, the local nobility begins to contribute in the expansion of the penitential devotions, being the maximum exponent Monsalud's house.

El primer testimonio documentado sobre las procesiones penitenciales en Almendralejo data de marzo de 1609, por lo que en el presente año se cumple el IV centenario de esta efemérides, que, por su especial importancia para el mundo cofrade local, debe ser resaltada en su justa medida, estimando que estas jornadas son una buena oportunidad para ello.
Además, este trabajo también trata de poner de manifiesto cómo el devenir de las manifestaciones penitenciales no sólo ha sido un termómetro de la vida religiosa local, sino también social, ya que su discurrir ha estado asociado a los avatares culturales, económicos y políticos que, de una u otra manera, jalonaron la historia de nuestra ciudad.
Por otra parte, los acontecimientos acaecidos en torno a las devociones penitenciales
de Almendralejo, (de cuyas primeras centurias el doctor Zarandieta ha rescatado los datos que conocemos y que, con ser aislados, discontinuos, no por ello menos relevantes) no son hechos puntuales de tipo meramente endógenos o localistas, sino que siguen unos parámetros generales con respecto a los registrados, principalmente, en Castilla y Andalucía.
No obstante, han de resaltarse dos circunstancias que condicionarán sobremanera los hechos. La primera, la pertenencia de Almendralejo a la Orden de Santiago hasta la segunda mita del siglo XIX y, la segunda, el Concilio de Trento, cuyas consecuencias aún perduran, al menos en la estética cofradiera

Antecedentes
Siguiendo a Esteban Mira Caballos, señalamos que aquellas ciudades y villas de la época Moderna tenían “calles repletas de cruces, imágenes en las vías públicas, ermitas, oratorios, iglesias y conventos populosos” en las que, fruto de la efervescencia religiosa de Trento “continuamente se celebraban actos públicos, rosarios nocturnos, cortejos procesionales, festividades, salidas en rogativa, etcétera”.1
En los albores de este periodo se produce la visita de los miembros de la Orden de Santiago, de 1550, en que se cita un “Humilladero de la Vera Cruz”2 que se situaba en el camino de Mérida. Es interesante esta anotación, ya que uno de los factores que fomentaron
el nacimiento de las procesiones penitenciales en el territorio peninsular fue la práctica del Vía Crucis, que se efectuaba, preferentemente, en los humilladeros. Otro de los factores que propició estas procesiones fue el desarrollo del culto a la Santa Vera Cruz,3 por lo que este enclave, que siete años más tarde era ya considerado una ermita, muy posiblemente, debió ser
un importante punto de referencia penitencial en la vida de aquellos remotos paisanos.
Otro de los templos pasionistas de aquel Almendralejo, en orden a su dedicación, pudo
ser la ermita de Nuestra Señora de los Desamparados o de la Soledad, que ya existía en 15984
No será ya hasta la siguiente centuria cuando volvamos a tener constancia documental sobre las devociones pasionistas en la entonces villa.
Así, en la visita santiaguista efectuada a caballo entre los años 1603 y 1604, se cita una relación de hermandades y cofradías existentes en la villa,5 de entre las que destacamos las de Ánimas del Purgatorio, la del Santísimo Sacramento, la de Nuestra Señora del Rosario y la de



1 Mira Caballos, Esteban. 2002, “Hermandades y Cofradías en Badajoz y su partido a finales de la Edad
Moderna”, 13
2 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, “Almendralejo en los siglos XVI y XVII”, Tomo II, 452
3 Sánchez Herrero, José. 1987 “Las cofradías de Semana Santa durante la Modernidad. Siglos XV al XVIII” en
“Actas del primer congreso nacional de cofradías de Semana Santa”, 37
4 Navarro del Castillo, Vicente. 1979, “Historia de Almendralejo”, 176
5 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, Ob. Cit., 461

la Cruz, ya que son las cuatro advocaciones más difundidas en España durante la época
Moderna6
Lo realmente significativo para nosotros es la constatación de la Hermandad de la Cruz, que, aunque con claros tintes pasionistas, no necesariamente debió ser penitencial. No obstante, hay que hacer una objeción a este comentario, ya que todos los historiadores coinciden en señalar que, desde el siglo XV, aparecen con el título de “La Cruz”, en muchos casos llamadas indistintamente de la “Vera Cruz”, las cofradías de disciplinantes.
En este sentido, cabe citar a Sánchez Herrero, quien liga directamente el origen de las procesiones de disciplina, penitencia y flagelación al nacimiento de las cofradías de la Vera Cruz,7 advocación conocida ya en Almendralejo. Pero más interesante aún es un Vivae Vocis Oráculo, de Paulo III, fechado en 1536, por el que este Pontífice concede diversas indulgencias a
los cofrades “de todas las cofradías de los disciplinantes o de la Santa Cruz o de Penitencia”, que
de las tres maneras son designadas por el Papa. Este Vivae Vocis fue recogido en una carta del cardenal Francisco de Quiñones, documento que se extendió durante todo el siglo XVI por la Península Ibérica, estimulando la fundación de las cofradías de la Cruz 8

Los disciplinantes
Desconocemos si este es el caso de Almendralejo, pero lo cierto es que poco después
de la constatación de una Hermandad de la Cruz, o de la Pasión, que también se la nomina así
en algunas ocasiones, se registra el primer testimonio documental sobre una procesión penitencial en la Semana santa de Almendralejo.
Este dato no es otro que un acuerdo del concejo, fechado en marzo de 1609, que mandó empedrar la calle Real, “que baja desde la Plaza hasta la ermita de los Mártires, por ser paso por donde ha de pasar la procesión de la Disciplina el Jueves Santo por la noche” 9 abonando el concejo la mano de obra y los vecinos la piedra.
Desconocemos si la mencionada procesión estaba organizada por la Hermandad de la Cruz y si en su ejecución pudo tener influencia el hecho de que la villa perteneció jurisdiccionalmente durante un tiempo a Sevilla, ciudad en la que había por aquella época “mas de 12.000 disciplinantes, sin contar con los genoveses”10, que también poseerían este caserío de la Tierra de Barros. En cualquier caso, su desarrollo, cumpliría con los parámetros
de la denominada procesiones “de Sangre”, que surgieron en el siglo XVI y que perduraría hasta los primeros años del siglo XVII.11
Estas procesiones de sangre, que en aquel año de 1609 ya languidecían en todo el territorio peninsular, se caracterizaban por una austera y penitente salida procesional en la que algunos, o la mayor parte de sus componentes, se disciplinaban con latiguillos en los días de Jueves o Viernes Santo. El cortejo, en el que solían participar hombres y mujeres, variaba según lugar, aunque tenía elementos comunes. Así, los flagelantes sólo eran hombres y solían vestir túnicas de lienzo blanco y basto, cubierto por capirotes romos o coronas de espinas que sujetaban un velo. Las mujeres y algunos hombres solían portas hachas de cera para iluminar durante el trayecto y, al finalizar la procesión, participaban en otra curiosa ceremonia, como


6 Jaramillo Guerreira, Miguel. 1987, “Las cofradías de la Cruz en la diócesis de Zamora” en “Actas del primer congreso nacional de cofradías de Semana Santa”, 217
7 Sánchez Herrero, José. 1991, “Las cofradías de Semana Santa en la Modernidad. Siglos XV al XVII” en “las
Cofradías de Sevilla en la Modernidad”, 52
8 Sánchez Herrero, José. 1991 Ob. Cit. 60
9 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, “La Semana Santa almendralejense hasta 1936” en “Semana Santa de
Almendralejo”,, 14
10 Sánchez Herrero, José. 1991, Ob. Cit, 61
11 Martínez Velasco, Julio. 11-03-1988, “La evolución del cortejo nazareno” en “ABC de Sevilla” , 51

era el lavatorio de las heridas de los penitentes, que se hacía con vino cocido, arrayán y laurel
en polvo.12
Aunque es muy probable, no consta ningún dato sobre si estos disciplinantes almendralejenses eran capitaneados o no por imagen de Cristo o de Virgen, aunque, si así fuera, no nos extrañaría que figuraran en andas, puesto que ya otras imágenes de la villa eran portadas en ellas en sus procesiones 13
Por último, sabemos, sobre la extracción social de los disciplinantes, que, generalmente, eran “trabaxadores, labradores y gentes del campo (...) que trabajan el dicho día
y no vuelven a sus casa hasta que anochece”14 de ahí que el horario fuera nocturno.
El Jueves Santo, aún no siendo festivo, en aquel año de 1609, debió ser una jornada plagada de actos piadosos, pues, además de la mencionada procesión, y los Oficios correspondientes, los almendralejenses, y muy especialmente los hermanos de la cofradía del Santísimo Sacramento, cumplirían con la tradición de visitar los monumentos, cuestión que
no era baladí en aquellas fechas, como lo demuestra el hecho de que más del 8 por ciento de
los gastos del ejercicio económico de la parroquia de la Purificación fuera destinado a su montaje15 debiendo ser también suntuoso el que se colocaba en la ermita de la Piedad. 16
La intensidad con que se vivía la Semana Santa no era flor de un día, sino que resultaba el final de un largo camino preparatorio que comenzaba el Miércoles de Ceniza y se
iba agudizando a lo largo de las cinco semanas siguientes con fervorosas predicaciones cuaresmales, a las que se invitaba a reconocidos predicadores foráneos17

Las procesiones barrocas
Dos décadas después de ese primer dato, la Semana Santa de Almendralejo comenzaba a beber en las fuentes de las denominadas Cofradías Barrocas, cuyas principales características fueron la perdida de la disciplina, la creación de pasos de misterios distintos al
de la Cruz y la aparición de palios y doseles, todo en orden a proporcionar la mayor brillantez posible a los desfiles procesionales, huyendo de la austeridad,18 lo que dio lugar a la integración y participación de nobles y personajes influyentes en la vida económica y social. Todas estas premisas se dan en la siguiente noticia que se tiene sobre la Semana Mayor almendralejense en el siglo XVII, como es la adquisición, por parte del concejo, de un palio negro, confeccionado en Zafra con telas de damasco y terciopelo en 1627.19 Esta anotación es sumamente interesante ya que, además concretar los escenarios pasionistas barrocos, nos habla de una procesión que aún perdura en nuestra ciudad, ya que los enseres adquiridos por
el concejo estaban destinados para el discurrir del Santo Entierro, convirtiéndose así este misterio en el decano de la Semana Santa de la capital de Tierra de Barros, intuyendo que su verificación ha sido constante desde entonces, pues aparece citado en todas las noticias posteriores de nuestra Semana de Pasión, adquiriendo cada vez mayores tintes de procesión oficial.
Como decíamos anteriormente, la Edad Moderna está considerada como la edad de oro de la Religiosidad Popular, y muy especialmente el siglo XVII, en el que se fundan en



12 Martínez Velasco, Julio. 11-03-1988, Ob. Cit. 51
13 Zarandieta Arenas, Francisco y Medina Cledón, Tobías, 2008, “La Virgen de la Piedad y Almendralejo”, 22
14 Sánchez Herrero, José. 1987, Ob. Cit. 49
15 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993 Ob. Cit. 425
16 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, Ob. Cit. 22
17 Navarro del Castillo, Vicente. 1979, Ob Cit, 61
18 Sánchez Herrero, José. 1991, Ob. Cit. 79
19 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit, 14

Almendralejo, además de las contabilizadas en 1603, hasta 7 cofradías más, cifra realmente considerable si observamos que en la ciudad de Badajoz, en esa centuria, nacieron 15.20
Este auge devocional también se plasmaba en la Semana Santa local con una celebración esplendorosa del Domingo de Ramos y un gran interés por destacar en los cultos organizados, como lo demuestra el hecho de que, en 1656, los patrocinadores de la creación
del convento franciscano de San Antonio incluyeran en su cláusula Sexta de las escrituras fundacionales la potestad de llevar “las llaves del Sagrario el Jueves Santo”,21 privilegio reservado en otras ciudades, aún en la actualidad, a imágenes cristíferas que salen en procesión en la tarde noche tras los Oficios o a personas excepcionalmente notables, como los Comisarios Regios, por poner un ejemplo. Imaginamos a estos mecenas llevando la mencionada llave prendida del cuello visitando el resto de Monumentos de la villa, luciendo
sus mejores galas.
A medida que pasaba el tiempo, los cofrades se esforzaban en mejorar las condiciones
de culto y ornamentos de sus imágenes titulares, hasta el punto de que los miembros de la Hermandad de la Cruz, o de la Pasión, deciden, en torno a 1660, realizar un nuevo retablo para el altar donde estaba su imagen titular, que era un crucificado.22 De los datos recabados
por el profesor Zarandieta, se deduce que la cofradía contó con gran devoción entre los almendralejenses, pues el mayordomo de la hermandad logró recaudar para tal fin 800 reales
en limosnas y obtuvo licencia para vender una escritura de censo de 480 reales de la corporación para tal fin. Prueba de la relevancia que tuvo esta Hermandad fue la incorporación de personas notables de la villa, como el comisario del Santo Oficio, fallecido
en 1663, Juan Saavedra Céspedes, que, en su testamento, se encomienda especialmente al
Santo Cristo, de cuya Hermandad había sido mayordomo.
Por otra parte, cabe indicar que la existencia de una hermandad de la Cruz no es “rara avís” en la zona, ya que, en Badajoz y su partido, al que, recordemos, no pertenecía Almendralejo, se han contabilizado más de 20 cofradías bajo esta advocación durante la época Moderna, siendo las más cercanas las de Villalba, Santa Marta o Feria. Muchas de ellas registraban convenientemente los gastos ocasionados en las procesiones de Semana Santa.23
Por esta época se decide que la imagen titular de la ermita de la Soledad pase al templo parroquial, dado el estado de abandono que sufría su anterior oratorio.
Nos encontramos ya, sin solución de continuidad, en el ya siglo XVIII, en el que deja
de nombrarse a la cofradía de la Cruz, pero, en contraprestación, y en consonancia con lo que ocurre en otras zonas del país 24 aparece un nuevo cortejo, el de Jesús Nazareno, y una nueva jornada procesional, el Miércoles Santo, día más principal de la Semana Santa si exceptuamos
el Domingo de Ramos y el Triduo sacro, ya que en esta fecha se recuerda la traición de Judas. Además de esta nueva procesión del Señor con la Cruz a cuestas, se consolida la del Santo Entierro, que sabemos procesionaba el Viernes Santo.
El presente siglo se caracteriza por dos cuestiones fundamentales. La primera, el que
la vertebración de las procesiones es mera responsabilidad municipal y, la segunda, los continuos pleitos que, por diversas cuestiones, se van a dar en esta centuria.
Con respecto a la primera, cabe destacar que “el Concejo nombraba anualmente ciertos cargos referidos a las procesiones de Semana Santa: llevar el



20 Mira Caballos, Esteban. 2002, Ob. Cit, 24
21 Navarro del Castillo, Vicente. 1979, Ob. Cit, 61
22 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, Ob. Cit. 463
23 Mira Caballos, Esteban. 2002, Ob Cit. , 73 al 101
24 García Martínez, Antonio Claret. 1997, “Sobre los cultos y devociones: Las advocaciones de las cofradías en
el arzobispado de Sevilla” en “Actas del III congreso nacional de cofradías de Semana Santa”, 250

estandarte” (que era el de máximo prestigio), “tocar la campanita, gobernar las
‘procesiones o llevar los pendoncitos (en este caso eran dos niños). Para todos los cargos, este nombramiento era considerado un acto distintivo de nobleza, y podía esgrimirse como tal en los expedientes de hidalguía que se dilucidaban en la Chancillería de Granada”.25
Por otra parte, el pulso Estado/Iglesia y las controversias entre las distintas
jurisdicciones eclesiásticas así como las posturas reformistas del propio clero persiguen un cambio sustancial en la vivencia de la Semana santa y aportan “dosis de morbosidad y gestos teatrales” 26 que quizás se plasman en Almendralejo en un acuerdo del concejo, de 1725, en el
que decide “enviar recado” a los religiosos de San Francisco de la villa para que asistan a las procesiones del miércoles y viernes santo (27) pues debieron faltar en años anteriores. Este hecho es un claro precedente de la etapa que estaba por venir

El siglo de las crisis
Desde el inicio del reinado de Carlos III (1759) hasta la restauración borbónica de Alfonso XII en 1874, las cofradías en general y, especialmente, las de Semana Santa vivieron una serie de problemas, derivados de la situación económica política y social que, aunque no fueron permanentes, algunos fueron muy duros, por lo que los historiadores coinciden en denominar a este periodo como el “Siglo de las Crisis”
Justo al inicio de este convulso periodo nos encontramos con una situación que refleja bien a las claras el momento de tensión por el que atravesaba la expresión de la Religiosidad Popular ya que el Concejo recibió un edicto que prohibía la celebración de las procesiones por
la noche. Esta decisión fue recurrida ante el Consejo de Órdenes, ya que en la villa era tradición hacerlas a las 9 de la noche, para que pudiera asistir un mayor número de fieles. 27
Este edicto, que cuenta con numerosos antecedentes en otros lugares, sería el precedente de otra decisión, esta vez definitiva. Nos referimos a la la Real Cédula de 20 de febrero de 1777 dictada por Carlos III en la que se decide prohibir disciplinantes y empalados
en las procesiones y que estas no salgan de noche debido a los abusos y tumultos acontecidos
en otros lugares, y no sólo en procesiones de Semana Santa si no en otros cortejos como en la
Cruz de Mayo o Corpus Christi.
No sabemos si esta Real Cédula interfirió en la Semana Santa de Almendralejo de
1787, pero si nos consta que, en ese año, aún seguían las reticencias entre los franciscanos y el Concejo acerca de su presencia en los cortejos, ya que el órgano municipal presentó recurso ante el referido Convento, «porque sus religiosos no han querido asistir el Miércoles Santo a
la procesión de Jesús Nazareno, ni el Viernes Santo a la del Entierro de Cristo» 28
Con estas disputas nos adentramos en el siguiente siglo conociendo, por medio de las memorias del empresario local José Velasco, que en 1832 «se han estrenado las caídas de la urna del Señor para su Entierro»29 que costaron 174 reales, de los cuales el propio Velasco donó 94. (Suponemos que se refería al faldón que cubría el paso donde figuraba el Cristo Yacente). Tres años más tarde, y de la mano del propio Velasco, conocemos otro hecho, esta
vez realmente singular, que alteraría el normal discurrir de la Semana Santa almendralejense.
El año 1835 se estaba haciendo especialmente duro debido a la sequía que arrastraban
los campos desde hacía años. Si a eso unimos que el cólera se había adueñado de la zona, nos


25 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
26 Álvarez Santalo, León Carlos. 1991, “Control y Razón: la religiosidad española en el siglo XVIII” en “Las cofradías de Sevilla en el Siglo de las Crisis”, 9
27 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
28 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
29 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14

encontramos con un panorama tan desolador que los lugareños deciden hacer una rogativa excepcional con el fin de implorar la misericordia divina. Así, en plena Cuaresma, se bajó el Señor de la Paloma desde el retablo mayor de la Purificación, algo que no lo conocían ni los más ancianos del lugar.
Esta imagen salió en procesión el 29 de marzo junto con la Virgen de la Piedad, que había sido traída desde su ermita para tal fin.30 Tras recorrer las calles más céntricas y el convento de las monjas concepcionistas, entraron en el templo de la Purificación, donde permanecieron juntas en el altar mayor hasta el Jueves Santo, 16 de abril, fecha en que el Cristo fue subido al trono y la Virgen de la Piedad regresó a su ermita.
Esta es la única vez que tenemos constancia de que la Patrona de la ciudad saliera en procesión en Semana Santa, al menos desde la parroquia de la Purificación. Otra cosa es que, allá por el siglo XVIII, cuando se celebraba su festividad el 25 de marzo lo hiciera por los alrededores de su ermita, ya que, sólo en la primera mitad de esa centuria, la mencionada fecha coincidió hasta en 12 ocasiones con al Semana Mayor, cayendo dos veces en Viernes Santo (1701 y 1712) y tres en Jueves Santo (1717, 1723 y 1728). Tal vez por este motivo se decidió cambiar su fecha de celebración.
Los últimos “coletazos” del Siglo de las Crisis nos dejan otras noticias como que en
1848 se produjo un cambio de itinerario en las procesiones de la Semana Santa, ya que, en lugar de salir de la parroquia hacia la calle Mayorazgo y recorrer el actual parque de espronceda, decidieron salir hacia las calles Esparrilla y Palacios. Por otra parte, en el plano que Coello realizó sobre la ya ciudad en 1863 se detecta un enclave, próximo a lo que fuera el convento de San Antonio, donde la tradición asegura que existía una cruz, a modo de humilladero, en el que se realizaba un Vía Crucis durante la Semana Santa, dirigido por los franciscanos. Este crucero se ubicaba en la “Silera de los Frailes”, en una explanada en la que más tarde se construyó el colegio San Antonio, frente a la calle Calvario, cuyo nombre puede derivarse de esta circunstancia.

La época romántica
A la etapa comprendida entre 1875 y 1931 se le conoce como la Restauración. Sin embrago, en lo que al plano de la Semana Santa y las cofradías se refiere, se le reserva la denominación de Época Romántica, ya que los planteamientos de esta corriente cultural y artística impregnó los de la religiosidad, que en este periodo sobresale, principalmente, por su carácter, más que popular, popularista. Es lo que se ha venido en llamar el “Devocionismo”, “exaltándose el culto a las imágenes y el gusto por las procesiones de semana santa”.31 Son
los años en que “se desatan las flores, los bordados, la música,”32 elementos que, a partir de ahora, serán una constante en nuestra Semana Santa.
En efecto, ya en los albores de esta etapa romántica se tienen noticias de que una compañía de de zarzuela que actuaba durante la cuaresma de 1886 en el teatro Espronceda estaba realizando, además, unos ensayos para representar en la iglesia un Stabat Mater y un miserere.33 Por otra parte, el Domingo de Ramos de ese mismo año, un grupo de sacerdotes
del Corazón de María finalizaba la predicación de una misión en la ermita de la Piedad.34




30 Zarandieta Arenas, Francisco y Medina Cledón, Tobías, 2008, Ob. Cit. 127
31 Sánchez Herrero, José. 1992, “La evolución de la religiosidad cristiana en las cofradías de Sevilla” en “Las cofradías de Sevilla en el siglo XX”, 94
32 http:// www.hermandades de Sevilla.org, 2009
33 Bote Lavado, Tomás. 2008, “La vida musical en Almendralejo durante La Restauración”, 172
34 Zarandieta Arenas, Francisco y Medina Cledón, Tobías, 2008, Ob. Cit. 132

También se constata un poco más tarde, muestra de esa eclosión romántica antes aludida, la aparición de dos nuevas procesiones en esta etapa, la de la Soledad, que salía el Viernes de Dolores, y tal vez por ello también se la conocía con esta advocación, y la Resurrección, en la festividad de este domingo. Estos dos nuevos cortejos se citan por primera vez en 1892 por el periódico local «La Hormiga». (10 y 17 de abril). Todas repitieron el itinerario «acostumbrado» por la noche, salvo la del Resucitado que tuvo lugar a las diez de
la mañana; y fueron acompañadas por la Banda de Música Municipal, bajo la dirección de
Juan González.35
Por otra parte, cabe señalar que la nobleza, al amparo de la monarquía restaurada, jugó
un papel importante en el devocionismo finisicular, quizás en emulación de los duques de Montpensier, auténticos revitalizadores de la Semana Santa sevillana tras el Siglo de las Crisis, hasta el punto de que su mecenazgo propició el nacimiento de las procesiones románticas.36
Algo similar ocurrió en Almendralejo, donde se produjo el patrocinio de varias casas nobiliarias, especialmente los marqueses de Monsalud y la condesa de la Oliva, cuyas devociones pasionistas engrandecieron, pensamos que casi paralelamente, la Semana Santa local y sentaron las bases para el nacimiento de las primeras cofradías surgidas en la posguerra.
Así, por lo que a la casa de Monsalud respecta, se ha constatado una especial devoción hacia la Virgen de los Dolores, reseñando que los mayordomos de esta imagen eran los propios marqueses, que custodiaban en su palacio “mantos de riquísimo bordado, coronas, alhajas, candelabros, faroles procesionales, todo de plata repujada”37 que portaban los serviciarios del palacio. Este mecenazgo propició el desarrollo de una serie de cultos en honor
de la Dolorosa, especialmente, el de un septenario, que se celebraba con gran esplendor y solemnidad.
Una vez finalizado el mencionado septenario, el Viernes de Dolores se celebraba la primera procesión, tal y como ya recogía “La Hormiga” en 1892, y, a su terminación, se trasladaba la Virgen al palacio, donde quedaba instalada en el salón principal por privilegio que tenían concedido de la Santa Sede los marqueses. Aunque todavía queda por investigar la documentación sobre el mencionado privilegio, este debía estar relacionado con el Oratorio Privado que tenían los Monsalud en su mansión, ya que para su disfrute “solamente pueden construirse con el permiso del Papa”38, endureciéndose sobremanera las condiciones que los permitían a partir de 1909
Existen testimonios orales sobre cómo la Virgen Dolorosa era objeto de devoción popular a través de una ventana del mencionado salón principal, que no era otro que la actual sala de Comisiones del Ayuntamiento.39
Por su parte, la condesa de la Oliva profesaba una gran devoción hacia el Señor del
Amparo, que se presume presidiera su Oratorio Privado. La devoción hacia esta imagen era
tal que su altar fue el primero en inaugurarse, el día 3 de mayo de 1898, en la nueva iglesia





35 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
36 http:// www.lagubiayeltas.us, 2009
37 Navia Vargas, José. 1967, “Semana Santa de antaño” en “Revista de Semana Santa”, 4, y Navarro del
Castillo, Vicente. 1979, Ob. Cit., 169
38 http:// ec.aciprensa.com, 2009
39 Testimonio oral de Juana Rodríguez Gallardo, nacida en 1917 y ya fallecida, quien aseguraba que su madre le contó cómo iba a vistar la mencionada imagen durante la semana santa

que Catalina Chumacero había sufragado para el establecimiento en la ciudad de los misioneros del Corazón de María40
Si atendemos a las fechas de fallecimiento tanto de Mariano Carlos Solano (V Marqués de Monsalud) en 1910; a la de su madre, María Teresa Gálvez Y Villalpando, 1911;
a las memorias de José Navia Vargas; y a la revista “Iris de Paz” de 1909, en la que se puede observar una fotografía del grupo escultórico de La Piedad, por aquel año ya presente en la casa misión de los claretianos; podemos hacernos una composición de lugar de cómo eran las semanas santas de principios del siglo XX
Así, se puede afirmar que la Virgen de los Dolores era la piedra angular de la Semana Mayor almendralejense, permaneciendo en las dependencias del palacio de Monsalud desde el Viernes de Dolores hasta el Miércoles Santo, que volvía a la Parroquia para salir de nuevo en procesión con el Señor Amarrado y el Nazareno.
Sobre esta procesión del Miércoles Santo cabe reseñar que la talla del Amarrado fue adquirida por la feligresía mediante cuestación popular, siendo párroco arcipreste Francisco Lergo Amaya, que tomó posesión de este cargo en 1903. Mientras, el Nazareno desfilaba en
un espléndido paso tallado, costeado todo ello por Cunegundis Fernández de Córdova, hija del V Marqués de la Encomienda.
El Jueves Santo se celebraba los Oficios Divinos por la mañana. Éstos eran el
Lavatorio, el Sermón del Mandato. Ya por la tarde, tenía lugar el canto de Tinieblas. Todos
los cultos eran muy concurridos, ya que desde las doce del mediodía hasta el anochecer se veían las calles “repletas de chicas jóvenes que, ataviadas con la clásica mantilla española, visitaban los Sagrarios”41
Por lo que a la mañana del Viernes Santo se refiere, una vez terminados los Oficios y retirado el Monumento, salía de la Parroquia de la Purificación un Vía Crucis de penitencia, que terminaba en la Iglesia de San Antonio.
Ya por la tarde, y después del canto de Tinieblas, salía de la Iglesia del Corazón de María el paso del Santísimo Cristo del Amparo, en un principio acompañado de de “una Virgen de los Dolores” que fue sustituida posteriormente por el grupo escultórico de la Piedad, realizado en Olot, cuyo taller de imaginería es calificado como uno de los máximos exponentes del arte romántico religioso.42
Sea como fuere, estas dos imágenes se unían al Santo Entierro, que salía de la Parroquia en un paso de gran calidad artística .Se hacía el recorrido de costumbre, y, a su regreso, entraban todos en el templo Parroquial. Para realizar un acto “muy emotivo, en el que
el pueblo participaba con verdadero fervor y religiosidad”.43
El acto consistía en una especie de procesión claustral que encabezaba la Cruz Parroquial con los ciriales, detrás dos acólitos con incensarios y, seguidamente, la urna con el Santo Cristo Yacente. A continuación, el Clero cantando el Miserere y, detrás, la Dolorosa; una vez que daba la vuelta completa al templo se acercaba el paso al púlpito y el sacerdote dirigente, desde este lugar, tomaba en brazos al Señor y, subiendo al presbiterio, lo depositaba
en un sepulcro tallado, muy antiguo, que de antemano se tenía colocado al lado del Evangelio.





40 Zarandieta Arenas, Francisco. 2007, “Algunas notas sobre el culto al Stmo. Cristo del Amparo” en “Boletín
de Semana Santa de la Hermandad del Cristo del Amparo”, 14
41 Navia vargas, 1967, José. Ob. Cit, 4
42 Cabrerizo Hurtado, Jesús. 2008, “Arte Cristiano en España durante el siglo XIX, Romanticismo Y
decadencia”, 2
43 Navia Vargas, José. 1967, Ob. Cit, 4

Por lo que al sábado Santo se refiere, tenía tintes de celebración, ya que se realizaban
los Oficios propios del día y, al entonar el Gloria, se corrían los velos del altar mayor y aparecía el Resucitado encima del sepulcro donde había sido depositado la noche del Viernes.
Como dato curioso, destacamos que los niños acudían ese día a la Parroquia con toda clase de vasijas a la espera de que terminaran los actos. Cuando esto ocurría, los colaboradores de la Parroquia se encargaban de llenarles de agua bendita los pequeños recipientes y los pequeños se dirigían a sus casas para, con ramos bendecidos el domingo anterior, rociar las estancias del hogar, formulando la siguiente frase ritualista: «Salid, demonios, del rincón, que ya resucitó Nuestro Señor».
Para finalizar, recordaremos que el Domingo de Resurrección salía por la mañana la procesión del Resucitado y la Virgen, representada por una imagen que también procesionaba
el día de la Candelaria. Al regreso, se celebraba misa solemne, asistiendo el Ayuntamiento en pleno, con la Banda de música, que bien pudo ser la del Obrero Extremeño, fundada en 1902,
o la del Corazón de María, que en 1903, recibía una subvención de 250 pesetas del
Ayuntamiento “por concurrir a amenizar las procesiones religiosas.”44













































44 Bote Lavado, Tomás. Ob. Cit., 62

BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ SANTALO, León Carlos. 1991, “Control y Razón: la religiosidad española en el siglo XVIII” en SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA, “LAS COFRADÍAS DE SEVILLA EN EL SIGLO DE LAS CRISIS”,
BOTE LAVADO, Tomás, “La vida musical en Almendralejo durante La Restauración
(1875-1931) Badajoz, Diputación de Badajoz”, 2008

CABRERIZO HURTADO, Jesús. “Arte Cristiano en España durante el siglo XIX, Romanticismo Y decadencia”. 2008

GARCÍA MARTÍNEZ, Antonio Claret. 1997, “Sobre los cultos y devociones: Las advocaciones de las cofradías en el arzobispado de Sevilla” en CAJASUR, “ACTAS DEL III CONGRESO NACIONAL DE COFRADÍAS DE SEMANA SANTA”, 1997

Jaramillo Guerreira, Miguel. 1987, “Las cofradías de la Cruz en la diócesis de Zamora” en DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE ZAMORA, “ACTAS DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE COFRADÍAS DE SEMANA SANTA”.

MARTÍNEZ VELASCO, “La evolución del cortejo nazareno” en “ABC de Sevilla”,
Sevilla, 1988, 51

MIRA CABALLOS, Esteban. “Hermandades y Cofradías en Badajoz y su partido a finales de la Edad Moderna”. Badajoz, Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, 2002

NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente, “Historia de Almendralejo” 1983

NAVIA VARGAS, José. “Semana Santa de antaño” en “Revista de Semana Santa”, Almendralejo, 1967, 4

SÁNCHEZ HERRERO, José. “Las cofradías de Semana Santa durante la Modernidad. Siglos XV al XVIII” en SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA “ACTAS DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE COFRADÍAS DE SEMANA SANTA”1987,

SÁNCHEZ HERRERO, José. “Las Cofradías de Semana Santa de Sevilla durante la Modernidad. Siglos XV al XVII” en SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA “LAS COFRADÍAS DE SEVILLA EN LA MODERNIDAD”, 1991

SÁNCHEZ HERRERO, José. “La evolución de la religiosidad cristiana en las cofradías de Sevilla” en SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA, “LAS COFRADÍAS DE SEVILLA EN EL SIGLO XX”, 1992

ZARANDIETA ARENAS, Francisco.“Almendralejo en los siglos XVI y XVII”. Tomo II. Almendralejo, 1993

ZARANDIETA ARENAS, Francisco. “Algunas notas sobre el culto al Stmo. Cristo
del Amparo” en “Boletín de Semana Santa de la Hermandad del Cristo del Amparo”,
ALMENDRALEJO, 2007, 14



ZARANDIETA ARENAS, Francisco y Medina Cledón, Tobías. “La Virgen de la Piedad y Almendralejo”, “Cinco siglos de una convivencia amorosa”, Almendralejo, Santuario de Nuestra Señora de la Piedad, 2008

ZARANDIETA ARENAS, Francisco. “La Semana Santa almendralejense hasta 1936”
en “Semana Santa de Almendralejo”. Almendralejo, 2009, 14 y 15.



WEBGRAFÍA

http://www.hermandades/



http://www.lagubiayeltas.us/



http:// ec.aciprensa.com, 2009

lunes, 5 de abril de 2010

Apuntes para la historia de la devoción del Amarrado en Almendralejo

El señor de la Flagelación presidía un altar del templo parroquial en 1498

El origen de la iconografía de Jesús Amarrado es aún un tanto difuso, aunque la mayoría de los autores la atribuyen a la existencia de una reliquia de la columna donde fue flagelado en la iglesia de Santa Práxedes. Sobre pasos procesionales de Semana Santa que representan este pasaje evangélico cabe referir que los más antiguos que se conservan en España datan del siglo XV, como son los Cristos del Museo del Tineo (Asturias) y de la iglesia de Santa María de Azoque, en Betanzos, La Coruña, “con acusados rasgos góticos, de tosca ejecución y de desproporcionadas formas” (1). Otras obras destacadas del Cristo Amarrado son el de Andujar y el Cristo de la Flagelación de Burgos, obra de Diego de Siloé, ambas del siglo XVI.
En cualquier caso, el auge devocional hacia este misterio de la Pasión se sitúa en el siglo XVII, ya que tenía un simbolismo concreto dentro en la sociedad del Antiguo Régimen, “era un tipo de mortificación mantenido por la Iglesia en la penitencia, en las reglas monásticas, en los castigos inquisitoriales. La presencia de la imagen del castigo, a través del ejemplo de Jesucristo en la escena que lo representa, es un rasgo característico de la mentalidad de la época” (2)
En España, según un estudio realizado por Ángel Luís Nápoles, existen unas 300 hermandades con la advocación de la Flagelación (actualmente este estudio rebasa ya las 1.100 imágenes de cofradías con esta iconografía en todo el territorio nacional), entre las que, curiosamente, cuenta la de Los Estudiantes, de Almendralejo. Y no falta a la verdad, ya que su primera advocación, allá por 1959, fue ésta, y no la actual del Cautivo. No obstante, la existencia de este misterio pasionista en nuestra localidad hay que situarlo mucho más atrás, como ahora veremos.
Según las últimas investigaciones del doctor en Historia Francisco Zarandieta, la primera representación conocida de la Flagelación de Cristo en Almendralejo hay que situarla hacia a finales del siglo XV.
Según el profesor, ya en 1498 existía en el templo parroquial un altar lateral dedicado a san Silvestre, en el que se indica que había un paño de lienzo con el Señor de la Columna.(3) En 1501 se vuelve a citar; en 1503 se dice que estaba igual que en 1501 y además se había puesto en este Altar un retablo de los Mártires.
Zarandieta, supone, al no haber grandes cambios aparentes en el templo parroquial reflejados en las crónicas de la visita de los Visitadores de la Orden de Santiago que realizaron el 12 de mayp de 1508, que el mencionado lienzo continuaba en el altar de San Silvestre .
En esa crónica de 1508, que está incompleta, los visitadores realizan una descripción del templo parroquial en la señalan que los retablos laterales los “encontraron bien adornados, como convenía, con frontales y manteles” (4)
No sabemos más sobre el cuadro, ya que la descripción de los caballeros santiaguistas es muy escueta. Sin embargo, su presencia es un dato lo suficientemente revelador como para pensar que la advocación del Amarrado era, a principios del siglo XVI, una de las devociones destacas. No en balde, su iconografía ocupaba uno de los altares laterales del frente del ábside parroquial.
Para conocer el siguiente dato más remoto sobre la advocación del Jesús Amarrado a la Columna, hay que dirigirse a las memorias de José Navia Vargas, quien la sitúa en torno a principios de siglo XX, esta vez, ya, saliendo en procesión de Semana Santa.
Así, Navia rememora una procesión que salía en la noche del Miércoles Santo, desde la parroquia de la Purificación en la que participaban los pasos de Jesús Flagelado, el Nazareno y la Virgen de los Dolores.
La devoción hacia el Amarrado en aquella época debió ser importante también, puesto que Navia reseña que la imagen y el paso en el que procesionaba el misterio de la Flagelación era de muy buna calidad, siendo sufragados por la feligresía.
Ya en la posguerra, y coincidiendo con el Desarrollismo de los 60, nace en Almendralejo una hermandad que, por primera vez de forma reglada, rinde culto a Jesús Amarrado, aunque por poco tiempo. Nos referimos a la Hermandad de los Estudiantes, que desde la iglesia de San Antonio, procesionó siempre con una imagen de Jesús atado a la Columna, hasta que se traslado a su nueva sede, la parroquia de San José, donde cambió su iconografía por un Cautivo, si bien continuó denominándose de la Flagelación hasta hace escasos años.
Tres décadas después, cogió el testigo de esta devoción centenaria la Hermandad de la Merced.
Agradecemos a Ángel luis Nápoles su interés y colaboración mostrada en actualizar datos sobre la devoción en España a Jesús Amarrado a la Columna.
(1)Nápoles Gimeno, Ángel Luis. 1987. La Flagelación en España. Actas del I Congreso Nacional de Cofradías
(2)Ibídem
(3)Zarandieta Arenas, Francisco. 2010. Extraído del Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Orden de Santiago, Libro 1103C)
(4)http://almendralejo.cronista.zarandieta.com/


Ángel Díaz Rodríguez, Cuaresma de 2010.

sábado, 8 de agosto de 2009

Cultos en honor a la Virgen de la Piedad


Almendralejo se dispone a vivir sus fiestas más solemnes, honrando a su Patrona, María Santísima de la Piedad. Como antesala del "día de La Virgen", se viene celebrado estos días la Novena en honor de la Sagrada imagen en la parroquia de la Purficación con arreglo a este orden de cultos:
-08.30: Santa Misa y Novena Rezada
-20.15: rezo del Santo Rosario
-20.30: Ceebración Eucarística y Novena.
El día 14 tendrá lugar la tradicional procesión hacia su santuario a partir de las 21.30, recorriendo el itinerario de costumbre, partiendo de la plaza de españa para surcar las calles Palacios, Espolón y Monsalud, estabdo prevista su entrada en el atrio hacia las 11 de la noche.
El Sábado, día 15, festividad de la Asunción de Nuestra Señora, los cultos comenzarán a las 8 de la mañana con la misa solemne. A su finalización, el pueblo de Almendralejo, una vez más, hará pública su honda devoción y demostración del cariño que le profesa a su patrona, con constantes actos durante toda la jornada como besamantos, ofrendas florales y besamanos.
Nosotros, desde esta página, que de ahora en adelante toma un nuevo impulso, nos unimos a la manifestación de piedad popular que es Almendralejo durante estos días reproduciendo una oración que figura en un azulejo mariano de nuestro paisano Pedro Navia en una iglesia sevillana y que reza así:
"OH, CUAN INGRATO SERÍA
QUIEN A ESTA FINCA LLEGARE
Y AL ENTRAR NO SE ACORDARE
DE DECIR "AVE MARÍA".
COMO QUIEN DESPUÉS DE OIDA
EXPRESIÓN TAN CELESTIAL
NO RESPONDA PUNTUAL
"SIN PECADO CONCEBIDA".

domingo, 25 de enero de 2009

TIPOS DE PASO


Debemos distinguir entre el Paso para la Virgen o Paso de Palio y el Paso para Cristo o Paso de Misterio.

Los pasos de Misterio portan imágenes de Jesús. En los pasos de Cristo puede verse al Crucificado. A los pasos en los que Jesús aparece con la Cruz al Hombro sólo o acompañado del Cirineo suelen ser llamados pasos de Nazareno. Y aquellos pasos en los que Jesús aparece rodeado de sus discípulos, sayones, esclavos, romanos, la Virgen, las Santas Mujeres o los Santos Varones, son llamados, más propiamente, pasos de misterio en los que se representan escenas pasionistas; es el caso de las Hermandades del Desprecio de Herodes, Flagelación, Prendimiento, y muchas otras.
Tanto los pasos de Cristo como los de misterio poseen casi siempre la misma estructura aunque muy distintas proporciones. Todos sin distinción tienen su parihuela, que es la estructura, generalmente de madera, que soporta todo lo que es el paso. Su forma es rectangular. A los lados cortos se les llama delantera y trasera de la parihuela o del paso y a los lados largos costeros. A la parte superior de la parihuela, sobre la que descansa la canastilla, se llama mesa. A lo largo del paso se distribuyen las trabajaderas que en número de entre seis a diez van paralelas al frontal del paso desde el costero ( o lado) izquierdo hasta el costero derecho. Las trabajaderas son listones gruesos de madera gracias a los cuales los costaleros pueden cargar con los pasos sobre sus cuellos. Para ello usan la molía o morcilla y el costal, que les ayudan en esta labor. Todo ello queda en pie, por las patas, que en el paso de misterio son seis. En muchos casos, las patas del paso tienen en el extremo inferior una parte que se abate, para rebajar la altura del paso en ocasiones, esta parte plegable toma el nombre de zanco. La zambrana se le llama al palo que arriostra las patas de los pasos.
La parihuela va cubierta en su frontal, trasera y costeros por respiraderos y faldones aunque en algún caso sólo existen faldones que incorporan mallas o calados a modo de respiraderos. Los respiraderos pueden ser de maderas nobles talladas, de maderas talladas y doradas o de metales nobles. En el frontal y en la trasera pueden existir unos listones cortos del mismo o parecido estilo al de los respiraderos llamados maniguetas, que son rastro de las primitivas andas. Son cuatro en total, una en cada esquina. Cuando en el XVII los pasos empiezan a cargarlos los mercenarios aparecen los faldones y desaparecen las varas. Para que el recuerdo sea más completo, al lado de cada manigueta va un penitente con el antifaz sin capirote, sin cartón, y es el maniguetero. Al patero, costalero que va junto a la pata del paso, la manigueta le resta mucha visibilidad.
Sobre la parihuela está el canasto o canastilla, que puede ser casi de las mismas dimensiones que la parihuela o ser algo más reducida dejando una pequeña zona lisa y es del mismo estilo que los respiraderos. En esta zona lisa, que existe siempre aunque sea muy reducida, en concreto en la parte frontal del paso va el llamador o martillo con el que el capataz da las ordenes de "levantá" y “arriá” de los pasos.
La canastilla suele ir adornada por cartelas, angelitos, capillas,... Las cartelas son unos bajorelieves, pinturas, terracotas o esculturas en madera que representan escenas de la Pasión y que suelen estar distribuidas por los costeros, frontal y trasera de la canastilla. Suelen ser de forma ovalada.
Los primeros pasos fueron unas andas donde sólo cabía la imagen, y ésta quedaba iluminada por los hachones y, desde el siglo XVII, por los faroles que los acólitos portaban alrededor del paso; reminiscencia de todo esto, los cuatro ciriales que, ahora, van delante del paso. Por ello las imágenes de los pasos de misterio se iluminan con candelabros, faroles o hachones, que se sitúan sobre la canastilla. El candelabro es un candelero con varios brazos; lo forman unos elementos de madera que montados sobre un esqueleto metálico de formas redondeadas y retorcidas y en cierto modo arborescentes, soportan una serie de guardabrisas o tulipas de cristal que suelen estar distribuidos en distintos niveles y que llevan un pequeño cirio en su interior llamado codal. En los pasos de misterio son de madera tallada y dorada, y los brazos lo rematan unos pequeños fanales de vidrio, abiertos por arriba, y en su interior está la cera. Este fanal se llama aquí tulipa o guardabrisa y no sólo impide que la vela se apague sino que también evita que se manchen de cera los objetos que hay alrededor del candelabro. Los faroles suelen ser metálicos y de cristal. Llevan en su interior varios cirios. El hachón es un cirio muy grueso que tiene varias mechas o pabilos. Suelen portarlos algunos pasos de crucificados como el de la Buena Muerte, Cristo de Burgos. En términos generales, a la iluminación del paso de misterio se le denomina "la cera".
Por último podemos encontrarnos con un monte de claveles o de lirios bajo las imágenes o frisos en los bordes superiores o crestería e inferiores de la canastilla.
Los pasos de palio también tienen su parihuela con seis o siete trabajaderas y ésta va rodeada de respiraderos en plata, plata sobredorada o alpaca y faldones, algunos de los cuales también llevan bordados medallones con algunas escenas representativas. Los faldones suelen ir unidos por broches, bien sean de orfebrería o bordados. Pueden llevar o no maniguetas. A la parte superior de la parihuela se le llama tablero. Sobre el tablero se colocan la candelería, la peana, las jarras. El elemento más destacado y que más lo diferencia de los pasos de Cristo es el palio. El palio es una estructura que cubre el paso y que está compuesto por un techo, bambalinas frontales y laterales y en algunas ocasiones frisos o cresterías.


EI palio, en su origen, se utilizaba para proteger de la lluvia y el sol, no sólo a las imágenes religiosas, sino también a las personas representantes del poder eclesiástico. Actualmente se utiliza en las procesiones eucarísticas y va colocado tras el paso de la Eucaristía. Este palio compuesto por una tela flexible y sujeta a unos varales de madera o metálicos, parece ser el origen del paso de palio de las Vírgenes dolorosas, característico de las cofradías penitenciales
El palio está sostenido por seis pares de varales que se distribuyen a lo largo de los costeros y que suelen ser de los mismos metales que los respiraderos. Pueden ir adornados con apliques de marfil o de madera.
En el frontal del paso va el llamador y puede haber una fila de pequeñas jarritas de plata llamadas violeteros para llevar flores. Frecuentemente suelen ser ocho, aunque a veces son diez, o serán seis si se combinan con la vela rizada. Detrás de estas jarritas se extiende la candelería, que es como se suele denominar en términos generales a la iluminación del paso de palio, y que son filas sucesivas de palmatorias de plata que ganan en altura cuanto más hacia atrás están y que portan cirios (suelen llevar impresos el escudo de la Hermandad). La candelería está compuesta por un mínimo de ochenta piezas y un máximo de unas ciento veinte. El cirio que va junto a la Dolorosa es la vela guía, pues sirve de referencia para que las demás vayan completamente verticales. Cuando la cofradía no es de rigurosa penitencia, es costumbre que la vela guía se adorne con flores, sobre todo rosas, y hojas de distintos tamaños y formas. Todos estos adornos están hechos de cera. Y este cirio con adornos es la «vela rizá» o “planta de cera”.
Suele estar la candelería dividida en dos bloques, uno a la derecha y otro a la izquierda para que quede en medio un espacio por el que se pueda apreciar por completo a la Virgen. En este espacio en la delantera del paso, llamado calle, suelen ir miniaturas de otras Vírgenes o relicarios, que se denominan imagen venera. La Virgen va sobre la peana, que es una estructura de plata que alza a la imagen varias decenas de centímetros sobre la base de todo el paso. En la peana puede ir, acompañando a la Virgen, una imagen de San Juan.
En los costeros del paso y situados entre los varales encontraremos jarras de plata para piñas o melones de flores. Suelen ser tres grandes y una mediana en cada lado. Cada jarra grande suele llevar unas catorce docenas de claveles (ésta la flor habitualmente elegida) y cada jarra mediana, unas doce docenas. Al final de los dos costeros encontramos los candelabros de cola, que suelen estar realizados en los mismos metales que el resto del paso de palio. Su función es iluminar el manto de la Virgen y la trasera del paso y cada uno lleva de ocho a catorce puntos de luz. Estos candelabros son de estilos muy variados. Aparecieron en las últimas décadas del siglo XIX. Las tulipas del candelabro de cola suelen terminar con unos adornos metálicos llamados "coronillas". Algunas hermandad lleva en vez de tulipas pequeños faroles en estos candelabros. Sin embargo, algunas hermandades de rigurosa penitencia siguen con los faroles de entrevarales.
El palio, en un principio, iba portado por hermanos o clérigos, y detrás del paso de misterio. El primer palio sobre un paso es el de la Soledad de San Lorenzo de Sevilla, de finales del XVI, y tenía cuatro varales. Años después, aparecen los palios de seis varales, de ocho... y a mediados del XIX en casi todos los pasos hay doce varales.
Varales metálicos, de plata de ley o de alpaca, siempre han existido. Pero hasta bien entrado el siglo XIX hubo varales de madera; la madera torneada o tallada después era dorada, e incluso hubo varales que iban simplemente pintados con los colores litúrgicos o penitenciales. Todos los varales terminaban en esparraguillos e iban atornillados al tablero. Desde hace algunos años sólo terminan en esparraguillos los cuatro varales de las esquinas, los demás llevan pernos, así quedan casi sueltos y el palio sigue mejor el ritmo de los costaleros. Sobre el perno se sitúa, el basamento, que es la parte visible inferior del varal, que suele llevar imágenes de los Apóstoles u otros Santos o advocaciones de la Virgen. Al cuerpo estructural del varal se le llama tubo y está dividido en secciones separadas por macollas o nudos. Finalmente, el extremo superior del varal, que sobresale al palio, se denomina perilla.
El palio tiene su origen en el dosel y tenía las caídas rectas, palio de cajón; eran unas franjas de terciopelo terminadas con flecos o caireles. En los últimos años del siglo XIX las hermanas Antúnez comienzan por quebrar y ondular el borde inferior de las caídas o bambalinas. Juan Manuel Rodríguez Ojeda impone esta moda. Años después, también diseña con curvas y contracurvas la parte superior de las caídas, y crea el palio de formas o de figura, o el palio sevillano. Hay otro tipo de caídas, toda de orfebrería, y dan origen al llamado palio rígido; este tipo de caídas no tienen su origen en el dosel, sino en el baldaquino.
El techo de palio por su cara inferior es casi siempre de terciopelo, y profusamente bordado. En el centro, y como eje de toda la composición, hay un medallón o cartela. En el medallón, y de bulto redondo, se suele representar al Espíritu Santo o, en alto relieve, una imagen de la Inmaculada, de la Virgen de los Reyes ( patrona de la Archidiócesis de Sevilla) u otra iconografía; a este medallón se le conoce por la gloria. La composición y el dibujo del resto del techo del palio quedan supeditados al contorno del medallón y el conjunto nos puede recordar un riquísimo tapiz o una lujosísima encuadernación. En los palios de cajón y en los sevillanos, el techo y las caídas son del mismo material, dibujo y estilo. En los palios rígidos las caídas las hace el orfebre, y el techo, el bordador. En Sevilla el paso de la Virgen del Valle es un magnífico y más antiguo ejemplo de palio de cajón, y el antiguo de la Virgen de la Cabeza de la Hermandad de las Siete Palabras, de palio rígido.
La palabra maría servía para designar a los cordones que simulan sujetar el palio a los varales. y el remate de las marías suele denominarse bellota. En la actualidad se da más este nombre a las velas de la primera tanda de la candelería que se sitúan más próximas a la Imagen de la Virgen
En el paso de palio y formando parte del esqueleto está el ahuecador o poyero -armazón de hierro que hace posible que los adornos y bordados del manto se puedan contemplar de manera perfecta-; soporta todo el peso de éste, evitando que la imagen sufra ningún tipo de presión o deterioro.
Las imágenes de la Dolorosa se designan de talla, de vestir o de candelero. En cuanto a las prendas con que se viste la imagen lleva unas enaguas y unos manguitos; y sobre esto la saya, compuesta por corpiño, mangas, fajín o cíngulo, y la saya o falda. Todo queda arropado por el manto, y sobre éste va la toquilla o toca de sobre manto; en algunos mantos los bordados de la parte superior simulan una toquilla. El rostro de la Dolorosa queda enmarcado por un trozo de tela finísima o encajes muy antiguos. Su colocación no es nada fácil y además resulta la piedra de toque para que una imagen esté muy bien o muy mal vestida. A esta prenda se le denomina tocado o rostrillo.
De cualquier forma, esta descripción está llena de generalidades, siendo cada paso de misterio y cada paso de palio totalmente diferente a los demás. Cada uno tiene detalles que los hace ser únicos.
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sábado, 24 de enero de 2009

César Martínez, un cofrade entregado a la música. O viceversa.

El cofrade y músico almendralejense César Martínez ha editado un blog sobre música cofrade que es digno de resaltar por su buen hacer y sentimiento. Además de la corrección en el tratamiento de los temas, se nota su profunda devoción hacia el Gran Poder de Almendralejo. Nosotros ya la hemos añadido a nuestros favoritos. Merece la pena visitarlo:
http://musicocofrade.blogspot.com/

jueves, 8 de enero de 2009

Llega la Pre-Cuaresma

Cuando, a fecha de hoy, faltan 87 días para el Domingo de Ramos, las hermandades comienzan a ocupar sus "cuarteles de invierno" para, con un paso lento, pero firme,ultimar los preparativos de su estación de penitencia.
Con tiempo apenas para recoger los belenes y desmontar las carrozas, las casas de hermandad se verán cada vez más pobladas de hermanos que comienzan a trabajar de cara a la seman santa, quedan tres meses escasos para tener todo a punto y, lo que hoy se ve en la lejanía,mañana se verá con agobios: la cera que no llega, las flores qjue escasean, los ensayos de los costaleros que se agolpan.
La maquinaria indefectible de las cofradias echa a rodar. Tras el fugaz paso del carnaval, entraremos en barrena en la Cuaresma. Ya llega lo bueno; pero queda lo mejor.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Cuatro siglos de procesiones en Almendralejo




Aunque la historia de las actuales hermandades penitenciales almendralejenses arranca en el siglo XX, puede aseverarse con todo el rigor histórico que aportan numerosos documentos, que ya en el siglo XVI existían hasta ocho cofradías de diversa índole, número elevado, si se tiene en cuenta el número de habitantes con que entonces contaba la población. Estas corporaciones basaban su acción en la ayuda y el socorro mutuo de los hermanos, teniendo como eje vertebral el fervor hacia una devoción determinada, como resalta el historiador local Leocadio Moya, que advierte la presencia de la cofradía de Ánimas; la del Santísimo Sacramento; la de Nuestra Señora del Rosario, fundada por emigrantes portugueses; o la de San Pedro, cuyo objetivo era el socorro a los sacerdotes, aunque con el paso del tiempo pasó a ser de laicos, especialmente los relevantes de la villa.
El mismo historiador nos dice que aún más interesante es la existencia de una cofradía llamada de la Cruz, circunstancia que, unida a la presencia de un humilladero conocido como de la Vera Cruz - citado en 1550 y convertido en ermita para 1557-, nos pone en la pista de que podría tratarse de una cofradía penitencial. Por otro lado, cabe destacar que en 1659, los carpinteros y ensambladores de Mérida Juan Luis y Alonso Luis realizan un altar, en la parroquia de la Purificación para la Hermandad de la Cruz o de la Pasión, donde estaba la imagen del Crucificado, por 1.825 reales. El mayordomo había recaudado en limosnas 800 reales y obtuvo licencia para vender una escritura de censo de 480 reales, de la Cofradía, para ayudar a este gasto.
No obstante, si hemos de hablar de procesiones penitenciales y basarnos en testimonios meramente documentales, debemos acudir a las investigaciones realizadas por el doctor en Historia Francisco Zarandieta, quien atestigua la existencia de los datos escritos más antiguos sobre nuestra Semana Santa en los albores del siglo XVII, concretamente en 1609, año en que el Concejo (Ayuntamiento), ordena “empedrar algunas calles” de nuestra ciudad, probablemente las más céntricas, “para que pueda pasar la procesión de los Disciplinantes” en la jornada del Jueves Santo. Este dato es muy revelador, ya que, por un lado, nos informa del tipo de procesiones que recorrían las calles de Almendralejo en esta época y, por otro, el peso específico que debieron tener en la sociedad de aquel tiempo, como lo demuestra el que el gobierno local se preocupe de adecentar las principales vías para que el cortejo penitencial se desarrolle con la mayor dignidad posible.
Aunque no poseemos más datos que el adjetivo “Disciplinantes” para descifrar las características de estas primeras procesiones de Semana Santa en Almendralejo, sí podemos señalar que, con casi toda probabilidad, siguieron el modelo que por aquellas fechas imperaba en el Reino de Castilla, que no era otro que el de la salida, al anochecer, de un cortejo compuesto por dos filas de hombres, que iban con el rostro cubierto por un capirote romo o un velo sujetado por coronas de espina y vestidos con una túnica de lienzo basto, que dejaba al descubierto la espalda, la cual se iban azotando o “disciplinando” con largos flagelos; también era común la presencia de los “empalados”, cuya presencia, con el paso del tiempo, se redujo a la zona norte de Cáceres. Todos debían ser hermanos de la cofradía en cuestión y estaban acompañados, a cada trecho, por otros hermanos “de luz”, que portaban cera o antorchas para hacer visible el itinerario. Estas dos filas de penitentes las cerraba el sacerdote, quien portaba la imagen titular de la cofradía, que solía ser un pequeño crucifijo o un cuadro con una imagen pasionista. Del mismo modo, debemos decir que, seguramente, estas procesiones saldrían de la parroquia de la Purificación, entonces conocida como “de la Candelaria”, y recorrerían las calles del centro para visitar los conventos y ermitas existentes, donde hacían “estación”, rezando misterios del Santo Rosario, regresando al templo muy entrada la noche.
Como se comentó más arriba, el hecho de que la fundación de las cofradías que actualmente existen en Almendralejo sea algo reciente, no significa que las procesiones de Semana Santa no tengan honda raigambre en nuestra ciudad. Prueba de ellos es la del Santo Entierro que, a pesar de no tener hermandad, cuenta con una historia de varios siglos, hallándose ya constancia documental en el año 1627, en cuya Semana Santa estrena un palio confeccionado con telas de “damasco y terciopelo negro”, adquiridas a un comerciante de Zafra, según se extrae del libro de sesiones del Concejo, que era el patrono y organizador de dicha procesión, a la que asistía el equivalente a la actual corporación municipal, así como los caballeros y nobles.
Ya en una nueva centuria, el siglo XVIII, y siempre según las investigaciones del doctor Zarandieta, logran consolidarse dos procesiones, como son las de Jesús Nazareno, que habitualmente salía el Miércoles Santo; y la del Santo Entierro, que, con carácter de oficialidad, concurría desde la parroquia de la Purificación.
Como era costumbre en todo el territorio de Castilla, este tipo de manifestaciones suponían un auténtico acontecimiento social, ya que formaban parte del cortejo las personas más notables de la villa, así como las comunidades de religiosos con presencia en ella. Con relación a ello, cabe destacar que, en 1725, el Concejo acuerda “enviar recado” a los frailes franciscanos del convento de San Antonio para que acompañen a las procesiones de Semana Santa. Más de un cuarto de siglo después, hacia 1750, el Consejo de Orden del Reino comunica al Ayuntamiento de Almendralejo la necesidad de que las procesiones de Semana Santa “se celebren por la mañana” y se prohiban todo tipo de “disciplinantes, encapuchados o empalados” a fin de que se pudieran ver los rostros de los participantes en las procesiones. Con relación a ello, cabe señalar que esta orden no es restrictiva de nuestra ciudad, si no que se aplica a todo el territorio nacional debido a los numerosos disturbios que, por aquella fecha, se registraron en este tipo de manifestaciones, al entenderse la política reformista de Carlos III como un ataque hacia las cofradías.
Nos situamos ya en el XIX con un incremento en las actividades penitenciales almendralejenses a lo largo de sus Semanas Santas, como lo recoge en sus memorias José Velasco, importante empresario local, cuya familia patrocina una reforma de las andas del paso del Santo Entierro y la constatación de la existencia de, además de la procesión de Jesús Nazareno, de otra en cuyo cortejo figuraba un Jesús Amarrado a la Columna, que probablemente procesionara la talla que actualmente preside el altar de la Entrada de Jesús en Jerusalén, en la parroquia de la Purificación. En esta misma centuria tenemos numerosas noticias sobre la procesión de La Soledad, que solía salir en la noche del Viernes de Dolores, acompañada de mujeres portando velas de cera, tal y como lo hace actualmente el Viernes Santo.
En las postrimerías del siglo, comienza a procesionarse la imagen del “Señor del Amparo”, que era como se conocía antiguamente al que en la actualidad es el titular de la cofradía del Cristo del mismo nombre, con sede en la iglesia del Corazón de María. La imagen salía del mencionado templo, acompañado por el pueblo, en la tarde del Viernes Santo y, tras recorrer la callejita de Las Lanchas, llegaba hasta la parroquia de la Purificación, donde se unía a la procesión del Santo Entierro, recorriendo ambos pasos las calles Reina Victoria y Real.
Volviendo a la etapa finisecular, hemos de acudir a las memorias del almendralejense José Navia Vargas, quien recurre a las narraciones de su madre para contarnos cómo se desarrollaba la Semana Santa de finales del XIX y principios del XX.
Según este autor, la Semana Santa empezaba simbólicamente la semana anterior con el Septenario a la Virgen de Dolores, que se celebraba con gran esplendor y solemnidad; no en balde eran los Mayordomos los señores marqueses de Monsalud; con tal motivo la señora marquesa, como Camarera, custodiaba en su palacio mantos de riquísimo bordado, coronas, alhajas, candelabros, faroles procesionales (todo de plata repujada) que portaban los serviciarios del palacio (todos estos objetos desaparecieron sin que haya vuelto a conocerse su paradero.
El Viernes de Dolores se celebraba la primera procesión y a su terminación se trasladaba la Virgen al palacio, donde quedaba instalada en el salón principal de rico artesonado (también desaparecido) por privilegio que tenían concedido de la Santa Sede los señores marqueses, hasta el Miércoles Santo que volvía a la Parroquia para salir de nuevo en procesión con el Señor Amarrado y el Nazareno, las dos imágenes de tallas muy buenas, la primera adquirida por la feligresía siendo Párroco y arcipreste don Francisco Lergo Rama ya, de feliz memoria, y el Nazareno, con un espléndido paso tallado, costeado todo ello por doña Cunigundis Fernández de Córdova.
En el Jueves Santo, los Oficios Divinos eran por la mañana; el Lavatorio, Sermón del Mandato, con el canto de Tinieblas por la tarde, y llenaban por completo todo este día, señalando que desde las doce hasta el anochecer se veían las calles repletas de chicas jóvenes que, ataviadas con la clásica mantilla española, visitaban los Sagrarios.
El Viernes Santo, terminados los Oficios y retirado el Monumento, salía de la Parroquia un Vía Crucis de penitencia que finalizaba en la Iglesia de San Antonio; en la tarde de este mismo día y después del canto de Tinieblas, salían de la Iglesia del Corazón de Maria los pasos del Santísimo Cristo del Amparo y Maria Santísima de la Piedad en su Misterio Doloroso, uniéndose al Santo Entierro que salía de la Parroquia en un espléndido paso; se hacia el recorrido de costumbre, y a su regreso entraban todos en el templo Parroquial donde hacían Estación y entonces se celebraba un acto muy emotivo y en el que el pueblo participaba con verdadero fervor y religiosidad; rompía marcha la Cruz Parroquial con los ciriales, detrás dos acólitos con incensarios y seguidamente la urna con el Santo Cristo Yacente, a continuación el Clero cantando el Miserere y detrás la Dolorosa; una vez que daba la vuelta completa al templo se acercaba el paso al púlpito y el Preste desde este lugar tomaba en brazos al Señor y subiendo al presbiterio lo depositaba en un sepulcro tallado muy antiguo que de antemano se tenía colocado al lado del Evangelio.
En el Sábado Santo, se celebraban los Oficios propios del día y al entonar el Gloria se corrían los velos del altar mayor y aparecía el Resucitado encima del sepulcro donde había sido depositado la noche del Viernes; dato curioso y que ya desapareció por completo, era la chiquillería que acudía ese día a la Parroquia con toda clase de vasijas y que esperaban a que terminaran los actos y de un recipiente grande lleno de agua bendita colocado en la puerta mayor, los serviciarios de la Parroquia se encargaban de llenarles de agua los cacharros y que éstos llevaban a sus casas y con ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos, rociaban los rincones diciendo estas palabras: «Salid, demonios, del rincón, que ya resucitó Nuestro Señor».
El Domingo de Resurrección salía por la mañana la procesión del Resucitado y la Virgen Resucitado que, con el paso del tiempo, fue una de las más populosas, y era conocido como “La Carrerita”, ya que en la calle Reina Victoria, entonces denominada “de la Jara”, se producía un encuentro entre el paso del Resucitado y una Virgen de gloria, (que es la que sale procesionalmente el día de la Purificación, titular de esta Parroquia). cuyos portadores, imprimían una gran velocidad a la ceremonia, de ahí su curiosa denominación. Al regreso, terminada ésta, se celebraba misa solemne, asistiendo a todos estos actos el Ayuntamiento en pleno con la Banda de música municipal, y así terminaban los cultos de Semana Santa.
Situándonos en 1910, encontramos más documentos que nos hablan de la Semana Santa, que comienza a adquirir su configuración habitual. Para ello, se recorre un largo camino que puede encontrar su primer hito, al existir constancia, en las crónicas de la comunidad de los misioneros del Corazón de María, de una procesión que salía de su templo a las seis de la tarde del Viernes Santo con el Cristo del Amparo y “una Virgen de los Dolores”, que se dirigían hacia la Purificación para unirse al Santo Entierro. Hasta la posguerra, la configuración de los desfiles procesioneles varió poco, si bien hay que hacer mención del año 1927, en el que se tiene el primer testimonio documental de la participaciòn de costaleros en Almendralejo. Fueron “unos sesenta” y, tras las procesiones, resultaron obsequiados con “vino y cajetillas de tabaco”. También por estas fechas comenzó a fraguarse una genuina tradición de la Semana Santa almendralejense, como es regalar caramelos en la tarde del Jueves Santo; por esta época, eran los de Casa Velasco los que tenían primacía sobre los demás.
De 1938 data la fundación de la primera de las que hoy perduran, la Hermandad del Santísimo Cristo del Amparo. Su estilo le viene conferido por el de la iglesia de los Padres Claretianos del Corazón de María, establecida en Almendralejo a fines del siglo XIX. Tuvo esta cofradía un aire romántico observable en sus pasos, estandarte y ciriales neogóticos, las túnicas moradas con cola de sus nazarenos, que mantienen la delicadeza romántica de los guantes blancos, y observable también en la melancólica expresión de sus pálidas imágenes, bellas creaciones de taller, típica de fines del siglo pasado.
De 1938 data la fundación de la primera de las que hoy perduran, la Hermandad del Santísimo Cristo del Amparo. Su estilo le viene conferido por el de la iglesia de los Padres Claretianos del Corazón de María, establecida en Almendralejo a fines del siglo XIX. Tuvo esta cofradía un aire romántico observable en sus pasos, estandarte y ciriales neogóticos, las túnicas moradas con cola de sus nazarenos, que mantienen la delicadeza romántica de los guantes blancos, y observable también en la melancólica expresión de sus pálidas imágenes, bellas creaciones de taller, típica de fines del siglo pasado.
En 1954, todavía bajo el estímulo del fervor devocional de la postguerra, y al abrigo de la restaurada parroquia de la Purificación, se funda la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de los Dolores. Son sus titulares dos hermosísimas imágenes de candelero, nacidas de la gubia del maestro Mauricio Tinoco en el año 1946. Se observa en esta cofradía un estilo sevillano y barroco que contrasta con el antiguo estilo de la anterior. Primeramente por ser sus imágenes de candelero, es decir, vestidas con telas, lo que aumenta el realismo y la devoción del fiel que las contempla; además, el escultor santeño fue un dignísimo representante de la escuela sevillana de su época y un gran continuador de su estética barroca.
Sus reglas, el hábito nazareno, la insignia del simpecado, que ostentó desde el primer momento, las advocaciones que venera también la aproximan a las hermandades de Sevilla, principalmente a las llamadas de Silencio; en efecto, está comprobada su inspiración en la del Calvario, Silencio y Gran Poder, de aquella ciudad.
Es digno de mención, por otro lado, el cierto tono gremial que tuvo esta hermandad en su fundación, habiendo estado relacionados algunos de sus fundadores con las industrias del vino y los alcoholes; no obstante, en realidad se nutrió de la feligresía de su parroquia.
Auténticamente gremial fue en sus orígenes la que aún se conoce como cofradía de los Estudiantes, fundada en 1958 en torno a la actividad académica del colegio de Nuestra Señora de la Piedad, de enseñanza media. De estilo muy sevillano, cambió su primitiva imagen del Señor atado a la columna, antes mencionado, por la de Jesús Cautivo. Con el cambio de sede a la recién establecida parroquia de San José empezó a perder su carácter gremial y fue, como la de la Oración en el Huerto en San roque, la representación cofrade de los nuevos barrios, surgidos con la expansión urbana surgida a partir de los años sesenta y setenta.
De finales de esta época datan otras dos procesiones, ya desaparecidas, como son la de la Entrada en Jerusalén, que salía en la mañana del Domingo de Ramos con nazarenos de túnica blanca y antifaz amarillo y niños vestidos de hebreo; y la procesión “de los Gitanos”, que salía el Viernes Santo por la mañana con nazarenos de túnica morada y sin antifaz. Este cortejo procesionaba la imagen del Cristo que preside el altar mayor de la parroquia de San Roque y contaba con la peculiaridad de que todos sus componentes eran de etnia gitana, que le cantaban y bailaban durante el recorrido que hacía el Cristo, que llegó a ser conocido como “El Cachorro”, participando en una procesión “Magna” del Santo Entierro, cuya celebración, estipulada para los años que acaben en cero o cinco con la participación de todas las cofradías, se estableció también por esta época.
Tras un largo paréntesis, se fundaron las hermandades del Resucitado, La Merced y la Buena Muerte, finalizando, por el momento, el ciclo pasional de las cofradías con la aparición de la misma advocación con la que, seguramente, comenzaron las procesiones en Almendralejo, la Vera-Cruz..