sábado, 20 de noviembre de 2010

La semana santa de Almendralejo desde sus inicios

A continuación, publicamos la comunicación presentada por Ángel Díaz en las primeras jornadas de historia de Almendralejo, organizadas por la Asociación Histórica de Almendalejo, que tuvieron lugar los días 13 y 14 de noviembre de 2009 y que llevaba por título

LA SEMANA SANTA DE ALMENDRALEJO: DE LA MODERNIDAD A
LA APORTACIÓN ROMÁNTICA DE LOS MONSALUD

The Easter Almendralejo: From modernity to the Monsalud romantic contribution



Ángel Díaz Rodríguez


RESUMEN: El primer documento sobre la Semana Santa de Almendralejo data de
1609, fecha en la que el concejo ordena empedrar las calles del centro para que puedan pasarlas procesiones de los disciplinantes. De estas procesiones de sangre se pasa a las barrocas, con la aparición del Santo Entierro pocos años después y una profusión de cultos nunca antes vista. Tras una larga etapa de procesiones de la época Moderna se desemboca en el Siglo de las Crisis, donde existen numerosas controversias entre los poderes civil y eclesiástico, en las que Carlos III trata de poner orden a un mundo caótico. Con la llegada de Alfonso XII, la nobleza local comienza a contribuir en la expansión de las devociones penitenciales, siendo el máximo exponente la casa de Monsalud.


ABSTRACT: The first document on the Holy Week of Almendralejo dates back of1609, date in which the council arranges the streets of the center in order that they could passthe processions of the disciplinary ones. Of these processions of blood it passes to the baroque ones, with the appearance of the Holy Burial a few years later and a profusion of worships before never dresses. After a long stage of processions of the Modern age one ends in the Century of the Crises, where numerous controversies exist between the power civil and ecclesiastically, in that Carlos III tries to put order to a chaotic world. With the arrival of Alfonso XII, the local nobility begins to contribute in the expansion of the penitential devotions, being the maximum exponent Monsalud's house.

El primer testimonio documentado sobre las procesiones penitenciales en Almendralejo data de marzo de 1609, por lo que en el presente año se cumple el IV centenario de esta efemérides, que, por su especial importancia para el mundo cofrade local, debe ser resaltada en su justa medida, estimando que estas jornadas son una buena oportunidad para ello.
Además, este trabajo también trata de poner de manifiesto cómo el devenir de las manifestaciones penitenciales no sólo ha sido un termómetro de la vida religiosa local, sino también social, ya que su discurrir ha estado asociado a los avatares culturales, económicos y políticos que, de una u otra manera, jalonaron la historia de nuestra ciudad.
Por otra parte, los acontecimientos acaecidos en torno a las devociones penitenciales
de Almendralejo, (de cuyas primeras centurias el doctor Zarandieta ha rescatado los datos que conocemos y que, con ser aislados, discontinuos, no por ello menos relevantes) no son hechos puntuales de tipo meramente endógenos o localistas, sino que siguen unos parámetros generales con respecto a los registrados, principalmente, en Castilla y Andalucía.
No obstante, han de resaltarse dos circunstancias que condicionarán sobremanera los hechos. La primera, la pertenencia de Almendralejo a la Orden de Santiago hasta la segunda mita del siglo XIX y, la segunda, el Concilio de Trento, cuyas consecuencias aún perduran, al menos en la estética cofradiera

Antecedentes
Siguiendo a Esteban Mira Caballos, señalamos que aquellas ciudades y villas de la época Moderna tenían “calles repletas de cruces, imágenes en las vías públicas, ermitas, oratorios, iglesias y conventos populosos” en las que, fruto de la efervescencia religiosa de Trento “continuamente se celebraban actos públicos, rosarios nocturnos, cortejos procesionales, festividades, salidas en rogativa, etcétera”.1
En los albores de este periodo se produce la visita de los miembros de la Orden de Santiago, de 1550, en que se cita un “Humilladero de la Vera Cruz”2 que se situaba en el camino de Mérida. Es interesante esta anotación, ya que uno de los factores que fomentaron
el nacimiento de las procesiones penitenciales en el territorio peninsular fue la práctica del Vía Crucis, que se efectuaba, preferentemente, en los humilladeros. Otro de los factores que propició estas procesiones fue el desarrollo del culto a la Santa Vera Cruz,3 por lo que este enclave, que siete años más tarde era ya considerado una ermita, muy posiblemente, debió ser
un importante punto de referencia penitencial en la vida de aquellos remotos paisanos.
Otro de los templos pasionistas de aquel Almendralejo, en orden a su dedicación, pudo
ser la ermita de Nuestra Señora de los Desamparados o de la Soledad, que ya existía en 15984
No será ya hasta la siguiente centuria cuando volvamos a tener constancia documental sobre las devociones pasionistas en la entonces villa.
Así, en la visita santiaguista efectuada a caballo entre los años 1603 y 1604, se cita una relación de hermandades y cofradías existentes en la villa,5 de entre las que destacamos las de Ánimas del Purgatorio, la del Santísimo Sacramento, la de Nuestra Señora del Rosario y la de



1 Mira Caballos, Esteban. 2002, “Hermandades y Cofradías en Badajoz y su partido a finales de la Edad
Moderna”, 13
2 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, “Almendralejo en los siglos XVI y XVII”, Tomo II, 452
3 Sánchez Herrero, José. 1987 “Las cofradías de Semana Santa durante la Modernidad. Siglos XV al XVIII” en
“Actas del primer congreso nacional de cofradías de Semana Santa”, 37
4 Navarro del Castillo, Vicente. 1979, “Historia de Almendralejo”, 176
5 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, Ob. Cit., 461

la Cruz, ya que son las cuatro advocaciones más difundidas en España durante la época
Moderna6
Lo realmente significativo para nosotros es la constatación de la Hermandad de la Cruz, que, aunque con claros tintes pasionistas, no necesariamente debió ser penitencial. No obstante, hay que hacer una objeción a este comentario, ya que todos los historiadores coinciden en señalar que, desde el siglo XV, aparecen con el título de “La Cruz”, en muchos casos llamadas indistintamente de la “Vera Cruz”, las cofradías de disciplinantes.
En este sentido, cabe citar a Sánchez Herrero, quien liga directamente el origen de las procesiones de disciplina, penitencia y flagelación al nacimiento de las cofradías de la Vera Cruz,7 advocación conocida ya en Almendralejo. Pero más interesante aún es un Vivae Vocis Oráculo, de Paulo III, fechado en 1536, por el que este Pontífice concede diversas indulgencias a
los cofrades “de todas las cofradías de los disciplinantes o de la Santa Cruz o de Penitencia”, que
de las tres maneras son designadas por el Papa. Este Vivae Vocis fue recogido en una carta del cardenal Francisco de Quiñones, documento que se extendió durante todo el siglo XVI por la Península Ibérica, estimulando la fundación de las cofradías de la Cruz 8

Los disciplinantes
Desconocemos si este es el caso de Almendralejo, pero lo cierto es que poco después
de la constatación de una Hermandad de la Cruz, o de la Pasión, que también se la nomina así
en algunas ocasiones, se registra el primer testimonio documental sobre una procesión penitencial en la Semana santa de Almendralejo.
Este dato no es otro que un acuerdo del concejo, fechado en marzo de 1609, que mandó empedrar la calle Real, “que baja desde la Plaza hasta la ermita de los Mártires, por ser paso por donde ha de pasar la procesión de la Disciplina el Jueves Santo por la noche” 9 abonando el concejo la mano de obra y los vecinos la piedra.
Desconocemos si la mencionada procesión estaba organizada por la Hermandad de la Cruz y si en su ejecución pudo tener influencia el hecho de que la villa perteneció jurisdiccionalmente durante un tiempo a Sevilla, ciudad en la que había por aquella época “mas de 12.000 disciplinantes, sin contar con los genoveses”10, que también poseerían este caserío de la Tierra de Barros. En cualquier caso, su desarrollo, cumpliría con los parámetros
de la denominada procesiones “de Sangre”, que surgieron en el siglo XVI y que perduraría hasta los primeros años del siglo XVII.11
Estas procesiones de sangre, que en aquel año de 1609 ya languidecían en todo el territorio peninsular, se caracterizaban por una austera y penitente salida procesional en la que algunos, o la mayor parte de sus componentes, se disciplinaban con latiguillos en los días de Jueves o Viernes Santo. El cortejo, en el que solían participar hombres y mujeres, variaba según lugar, aunque tenía elementos comunes. Así, los flagelantes sólo eran hombres y solían vestir túnicas de lienzo blanco y basto, cubierto por capirotes romos o coronas de espinas que sujetaban un velo. Las mujeres y algunos hombres solían portas hachas de cera para iluminar durante el trayecto y, al finalizar la procesión, participaban en otra curiosa ceremonia, como


6 Jaramillo Guerreira, Miguel. 1987, “Las cofradías de la Cruz en la diócesis de Zamora” en “Actas del primer congreso nacional de cofradías de Semana Santa”, 217
7 Sánchez Herrero, José. 1991, “Las cofradías de Semana Santa en la Modernidad. Siglos XV al XVII” en “las
Cofradías de Sevilla en la Modernidad”, 52
8 Sánchez Herrero, José. 1991 Ob. Cit. 60
9 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, “La Semana Santa almendralejense hasta 1936” en “Semana Santa de
Almendralejo”,, 14
10 Sánchez Herrero, José. 1991, Ob. Cit, 61
11 Martínez Velasco, Julio. 11-03-1988, “La evolución del cortejo nazareno” en “ABC de Sevilla” , 51

era el lavatorio de las heridas de los penitentes, que se hacía con vino cocido, arrayán y laurel
en polvo.12
Aunque es muy probable, no consta ningún dato sobre si estos disciplinantes almendralejenses eran capitaneados o no por imagen de Cristo o de Virgen, aunque, si así fuera, no nos extrañaría que figuraran en andas, puesto que ya otras imágenes de la villa eran portadas en ellas en sus procesiones 13
Por último, sabemos, sobre la extracción social de los disciplinantes, que, generalmente, eran “trabaxadores, labradores y gentes del campo (...) que trabajan el dicho día
y no vuelven a sus casa hasta que anochece”14 de ahí que el horario fuera nocturno.
El Jueves Santo, aún no siendo festivo, en aquel año de 1609, debió ser una jornada plagada de actos piadosos, pues, además de la mencionada procesión, y los Oficios correspondientes, los almendralejenses, y muy especialmente los hermanos de la cofradía del Santísimo Sacramento, cumplirían con la tradición de visitar los monumentos, cuestión que
no era baladí en aquellas fechas, como lo demuestra el hecho de que más del 8 por ciento de
los gastos del ejercicio económico de la parroquia de la Purificación fuera destinado a su montaje15 debiendo ser también suntuoso el que se colocaba en la ermita de la Piedad. 16
La intensidad con que se vivía la Semana Santa no era flor de un día, sino que resultaba el final de un largo camino preparatorio que comenzaba el Miércoles de Ceniza y se
iba agudizando a lo largo de las cinco semanas siguientes con fervorosas predicaciones cuaresmales, a las que se invitaba a reconocidos predicadores foráneos17

Las procesiones barrocas
Dos décadas después de ese primer dato, la Semana Santa de Almendralejo comenzaba a beber en las fuentes de las denominadas Cofradías Barrocas, cuyas principales características fueron la perdida de la disciplina, la creación de pasos de misterios distintos al
de la Cruz y la aparición de palios y doseles, todo en orden a proporcionar la mayor brillantez posible a los desfiles procesionales, huyendo de la austeridad,18 lo que dio lugar a la integración y participación de nobles y personajes influyentes en la vida económica y social. Todas estas premisas se dan en la siguiente noticia que se tiene sobre la Semana Mayor almendralejense en el siglo XVII, como es la adquisición, por parte del concejo, de un palio negro, confeccionado en Zafra con telas de damasco y terciopelo en 1627.19 Esta anotación es sumamente interesante ya que, además concretar los escenarios pasionistas barrocos, nos habla de una procesión que aún perdura en nuestra ciudad, ya que los enseres adquiridos por
el concejo estaban destinados para el discurrir del Santo Entierro, convirtiéndose así este misterio en el decano de la Semana Santa de la capital de Tierra de Barros, intuyendo que su verificación ha sido constante desde entonces, pues aparece citado en todas las noticias posteriores de nuestra Semana de Pasión, adquiriendo cada vez mayores tintes de procesión oficial.
Como decíamos anteriormente, la Edad Moderna está considerada como la edad de oro de la Religiosidad Popular, y muy especialmente el siglo XVII, en el que se fundan en



12 Martínez Velasco, Julio. 11-03-1988, Ob. Cit. 51
13 Zarandieta Arenas, Francisco y Medina Cledón, Tobías, 2008, “La Virgen de la Piedad y Almendralejo”, 22
14 Sánchez Herrero, José. 1987, Ob. Cit. 49
15 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993 Ob. Cit. 425
16 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, Ob. Cit. 22
17 Navarro del Castillo, Vicente. 1979, Ob Cit, 61
18 Sánchez Herrero, José. 1991, Ob. Cit. 79
19 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit, 14

Almendralejo, además de las contabilizadas en 1603, hasta 7 cofradías más, cifra realmente considerable si observamos que en la ciudad de Badajoz, en esa centuria, nacieron 15.20
Este auge devocional también se plasmaba en la Semana Santa local con una celebración esplendorosa del Domingo de Ramos y un gran interés por destacar en los cultos organizados, como lo demuestra el hecho de que, en 1656, los patrocinadores de la creación
del convento franciscano de San Antonio incluyeran en su cláusula Sexta de las escrituras fundacionales la potestad de llevar “las llaves del Sagrario el Jueves Santo”,21 privilegio reservado en otras ciudades, aún en la actualidad, a imágenes cristíferas que salen en procesión en la tarde noche tras los Oficios o a personas excepcionalmente notables, como los Comisarios Regios, por poner un ejemplo. Imaginamos a estos mecenas llevando la mencionada llave prendida del cuello visitando el resto de Monumentos de la villa, luciendo
sus mejores galas.
A medida que pasaba el tiempo, los cofrades se esforzaban en mejorar las condiciones
de culto y ornamentos de sus imágenes titulares, hasta el punto de que los miembros de la Hermandad de la Cruz, o de la Pasión, deciden, en torno a 1660, realizar un nuevo retablo para el altar donde estaba su imagen titular, que era un crucificado.22 De los datos recabados
por el profesor Zarandieta, se deduce que la cofradía contó con gran devoción entre los almendralejenses, pues el mayordomo de la hermandad logró recaudar para tal fin 800 reales
en limosnas y obtuvo licencia para vender una escritura de censo de 480 reales de la corporación para tal fin. Prueba de la relevancia que tuvo esta Hermandad fue la incorporación de personas notables de la villa, como el comisario del Santo Oficio, fallecido
en 1663, Juan Saavedra Céspedes, que, en su testamento, se encomienda especialmente al
Santo Cristo, de cuya Hermandad había sido mayordomo.
Por otra parte, cabe indicar que la existencia de una hermandad de la Cruz no es “rara avís” en la zona, ya que, en Badajoz y su partido, al que, recordemos, no pertenecía Almendralejo, se han contabilizado más de 20 cofradías bajo esta advocación durante la época Moderna, siendo las más cercanas las de Villalba, Santa Marta o Feria. Muchas de ellas registraban convenientemente los gastos ocasionados en las procesiones de Semana Santa.23
Por esta época se decide que la imagen titular de la ermita de la Soledad pase al templo parroquial, dado el estado de abandono que sufría su anterior oratorio.
Nos encontramos ya, sin solución de continuidad, en el ya siglo XVIII, en el que deja
de nombrarse a la cofradía de la Cruz, pero, en contraprestación, y en consonancia con lo que ocurre en otras zonas del país 24 aparece un nuevo cortejo, el de Jesús Nazareno, y una nueva jornada procesional, el Miércoles Santo, día más principal de la Semana Santa si exceptuamos
el Domingo de Ramos y el Triduo sacro, ya que en esta fecha se recuerda la traición de Judas. Además de esta nueva procesión del Señor con la Cruz a cuestas, se consolida la del Santo Entierro, que sabemos procesionaba el Viernes Santo.
El presente siglo se caracteriza por dos cuestiones fundamentales. La primera, el que
la vertebración de las procesiones es mera responsabilidad municipal y, la segunda, los continuos pleitos que, por diversas cuestiones, se van a dar en esta centuria.
Con respecto a la primera, cabe destacar que “el Concejo nombraba anualmente ciertos cargos referidos a las procesiones de Semana Santa: llevar el



20 Mira Caballos, Esteban. 2002, Ob. Cit, 24
21 Navarro del Castillo, Vicente. 1979, Ob. Cit, 61
22 Zarandieta Arenas, Francisco. 1993, Ob. Cit. 463
23 Mira Caballos, Esteban. 2002, Ob Cit. , 73 al 101
24 García Martínez, Antonio Claret. 1997, “Sobre los cultos y devociones: Las advocaciones de las cofradías en
el arzobispado de Sevilla” en “Actas del III congreso nacional de cofradías de Semana Santa”, 250

estandarte” (que era el de máximo prestigio), “tocar la campanita, gobernar las
‘procesiones o llevar los pendoncitos (en este caso eran dos niños). Para todos los cargos, este nombramiento era considerado un acto distintivo de nobleza, y podía esgrimirse como tal en los expedientes de hidalguía que se dilucidaban en la Chancillería de Granada”.25
Por otra parte, el pulso Estado/Iglesia y las controversias entre las distintas
jurisdicciones eclesiásticas así como las posturas reformistas del propio clero persiguen un cambio sustancial en la vivencia de la Semana santa y aportan “dosis de morbosidad y gestos teatrales” 26 que quizás se plasman en Almendralejo en un acuerdo del concejo, de 1725, en el
que decide “enviar recado” a los religiosos de San Francisco de la villa para que asistan a las procesiones del miércoles y viernes santo (27) pues debieron faltar en años anteriores. Este hecho es un claro precedente de la etapa que estaba por venir

El siglo de las crisis
Desde el inicio del reinado de Carlos III (1759) hasta la restauración borbónica de Alfonso XII en 1874, las cofradías en general y, especialmente, las de Semana Santa vivieron una serie de problemas, derivados de la situación económica política y social que, aunque no fueron permanentes, algunos fueron muy duros, por lo que los historiadores coinciden en denominar a este periodo como el “Siglo de las Crisis”
Justo al inicio de este convulso periodo nos encontramos con una situación que refleja bien a las claras el momento de tensión por el que atravesaba la expresión de la Religiosidad Popular ya que el Concejo recibió un edicto que prohibía la celebración de las procesiones por
la noche. Esta decisión fue recurrida ante el Consejo de Órdenes, ya que en la villa era tradición hacerlas a las 9 de la noche, para que pudiera asistir un mayor número de fieles. 27
Este edicto, que cuenta con numerosos antecedentes en otros lugares, sería el precedente de otra decisión, esta vez definitiva. Nos referimos a la la Real Cédula de 20 de febrero de 1777 dictada por Carlos III en la que se decide prohibir disciplinantes y empalados
en las procesiones y que estas no salgan de noche debido a los abusos y tumultos acontecidos
en otros lugares, y no sólo en procesiones de Semana Santa si no en otros cortejos como en la
Cruz de Mayo o Corpus Christi.
No sabemos si esta Real Cédula interfirió en la Semana Santa de Almendralejo de
1787, pero si nos consta que, en ese año, aún seguían las reticencias entre los franciscanos y el Concejo acerca de su presencia en los cortejos, ya que el órgano municipal presentó recurso ante el referido Convento, «porque sus religiosos no han querido asistir el Miércoles Santo a
la procesión de Jesús Nazareno, ni el Viernes Santo a la del Entierro de Cristo» 28
Con estas disputas nos adentramos en el siguiente siglo conociendo, por medio de las memorias del empresario local José Velasco, que en 1832 «se han estrenado las caídas de la urna del Señor para su Entierro»29 que costaron 174 reales, de los cuales el propio Velasco donó 94. (Suponemos que se refería al faldón que cubría el paso donde figuraba el Cristo Yacente). Tres años más tarde, y de la mano del propio Velasco, conocemos otro hecho, esta
vez realmente singular, que alteraría el normal discurrir de la Semana Santa almendralejense.
El año 1835 se estaba haciendo especialmente duro debido a la sequía que arrastraban
los campos desde hacía años. Si a eso unimos que el cólera se había adueñado de la zona, nos


25 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
26 Álvarez Santalo, León Carlos. 1991, “Control y Razón: la religiosidad española en el siglo XVIII” en “Las cofradías de Sevilla en el Siglo de las Crisis”, 9
27 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
28 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
29 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14

encontramos con un panorama tan desolador que los lugareños deciden hacer una rogativa excepcional con el fin de implorar la misericordia divina. Así, en plena Cuaresma, se bajó el Señor de la Paloma desde el retablo mayor de la Purificación, algo que no lo conocían ni los más ancianos del lugar.
Esta imagen salió en procesión el 29 de marzo junto con la Virgen de la Piedad, que había sido traída desde su ermita para tal fin.30 Tras recorrer las calles más céntricas y el convento de las monjas concepcionistas, entraron en el templo de la Purificación, donde permanecieron juntas en el altar mayor hasta el Jueves Santo, 16 de abril, fecha en que el Cristo fue subido al trono y la Virgen de la Piedad regresó a su ermita.
Esta es la única vez que tenemos constancia de que la Patrona de la ciudad saliera en procesión en Semana Santa, al menos desde la parroquia de la Purificación. Otra cosa es que, allá por el siglo XVIII, cuando se celebraba su festividad el 25 de marzo lo hiciera por los alrededores de su ermita, ya que, sólo en la primera mitad de esa centuria, la mencionada fecha coincidió hasta en 12 ocasiones con al Semana Mayor, cayendo dos veces en Viernes Santo (1701 y 1712) y tres en Jueves Santo (1717, 1723 y 1728). Tal vez por este motivo se decidió cambiar su fecha de celebración.
Los últimos “coletazos” del Siglo de las Crisis nos dejan otras noticias como que en
1848 se produjo un cambio de itinerario en las procesiones de la Semana Santa, ya que, en lugar de salir de la parroquia hacia la calle Mayorazgo y recorrer el actual parque de espronceda, decidieron salir hacia las calles Esparrilla y Palacios. Por otra parte, en el plano que Coello realizó sobre la ya ciudad en 1863 se detecta un enclave, próximo a lo que fuera el convento de San Antonio, donde la tradición asegura que existía una cruz, a modo de humilladero, en el que se realizaba un Vía Crucis durante la Semana Santa, dirigido por los franciscanos. Este crucero se ubicaba en la “Silera de los Frailes”, en una explanada en la que más tarde se construyó el colegio San Antonio, frente a la calle Calvario, cuyo nombre puede derivarse de esta circunstancia.

La época romántica
A la etapa comprendida entre 1875 y 1931 se le conoce como la Restauración. Sin embrago, en lo que al plano de la Semana Santa y las cofradías se refiere, se le reserva la denominación de Época Romántica, ya que los planteamientos de esta corriente cultural y artística impregnó los de la religiosidad, que en este periodo sobresale, principalmente, por su carácter, más que popular, popularista. Es lo que se ha venido en llamar el “Devocionismo”, “exaltándose el culto a las imágenes y el gusto por las procesiones de semana santa”.31 Son
los años en que “se desatan las flores, los bordados, la música,”32 elementos que, a partir de ahora, serán una constante en nuestra Semana Santa.
En efecto, ya en los albores de esta etapa romántica se tienen noticias de que una compañía de de zarzuela que actuaba durante la cuaresma de 1886 en el teatro Espronceda estaba realizando, además, unos ensayos para representar en la iglesia un Stabat Mater y un miserere.33 Por otra parte, el Domingo de Ramos de ese mismo año, un grupo de sacerdotes
del Corazón de María finalizaba la predicación de una misión en la ermita de la Piedad.34




30 Zarandieta Arenas, Francisco y Medina Cledón, Tobías, 2008, Ob. Cit. 127
31 Sánchez Herrero, José. 1992, “La evolución de la religiosidad cristiana en las cofradías de Sevilla” en “Las cofradías de Sevilla en el siglo XX”, 94
32 http:// www.hermandades de Sevilla.org, 2009
33 Bote Lavado, Tomás. 2008, “La vida musical en Almendralejo durante La Restauración”, 172
34 Zarandieta Arenas, Francisco y Medina Cledón, Tobías, 2008, Ob. Cit. 132

También se constata un poco más tarde, muestra de esa eclosión romántica antes aludida, la aparición de dos nuevas procesiones en esta etapa, la de la Soledad, que salía el Viernes de Dolores, y tal vez por ello también se la conocía con esta advocación, y la Resurrección, en la festividad de este domingo. Estos dos nuevos cortejos se citan por primera vez en 1892 por el periódico local «La Hormiga». (10 y 17 de abril). Todas repitieron el itinerario «acostumbrado» por la noche, salvo la del Resucitado que tuvo lugar a las diez de
la mañana; y fueron acompañadas por la Banda de Música Municipal, bajo la dirección de
Juan González.35
Por otra parte, cabe señalar que la nobleza, al amparo de la monarquía restaurada, jugó
un papel importante en el devocionismo finisicular, quizás en emulación de los duques de Montpensier, auténticos revitalizadores de la Semana Santa sevillana tras el Siglo de las Crisis, hasta el punto de que su mecenazgo propició el nacimiento de las procesiones románticas.36
Algo similar ocurrió en Almendralejo, donde se produjo el patrocinio de varias casas nobiliarias, especialmente los marqueses de Monsalud y la condesa de la Oliva, cuyas devociones pasionistas engrandecieron, pensamos que casi paralelamente, la Semana Santa local y sentaron las bases para el nacimiento de las primeras cofradías surgidas en la posguerra.
Así, por lo que a la casa de Monsalud respecta, se ha constatado una especial devoción hacia la Virgen de los Dolores, reseñando que los mayordomos de esta imagen eran los propios marqueses, que custodiaban en su palacio “mantos de riquísimo bordado, coronas, alhajas, candelabros, faroles procesionales, todo de plata repujada”37 que portaban los serviciarios del palacio. Este mecenazgo propició el desarrollo de una serie de cultos en honor
de la Dolorosa, especialmente, el de un septenario, que se celebraba con gran esplendor y solemnidad.
Una vez finalizado el mencionado septenario, el Viernes de Dolores se celebraba la primera procesión, tal y como ya recogía “La Hormiga” en 1892, y, a su terminación, se trasladaba la Virgen al palacio, donde quedaba instalada en el salón principal por privilegio que tenían concedido de la Santa Sede los marqueses. Aunque todavía queda por investigar la documentación sobre el mencionado privilegio, este debía estar relacionado con el Oratorio Privado que tenían los Monsalud en su mansión, ya que para su disfrute “solamente pueden construirse con el permiso del Papa”38, endureciéndose sobremanera las condiciones que los permitían a partir de 1909
Existen testimonios orales sobre cómo la Virgen Dolorosa era objeto de devoción popular a través de una ventana del mencionado salón principal, que no era otro que la actual sala de Comisiones del Ayuntamiento.39
Por su parte, la condesa de la Oliva profesaba una gran devoción hacia el Señor del
Amparo, que se presume presidiera su Oratorio Privado. La devoción hacia esta imagen era
tal que su altar fue el primero en inaugurarse, el día 3 de mayo de 1898, en la nueva iglesia





35 Zarandieta Arenas, Francisco. 2009, Ob. Cit. 14
36 http:// www.lagubiayeltas.us, 2009
37 Navia Vargas, José. 1967, “Semana Santa de antaño” en “Revista de Semana Santa”, 4, y Navarro del
Castillo, Vicente. 1979, Ob. Cit., 169
38 http:// ec.aciprensa.com, 2009
39 Testimonio oral de Juana Rodríguez Gallardo, nacida en 1917 y ya fallecida, quien aseguraba que su madre le contó cómo iba a vistar la mencionada imagen durante la semana santa

que Catalina Chumacero había sufragado para el establecimiento en la ciudad de los misioneros del Corazón de María40
Si atendemos a las fechas de fallecimiento tanto de Mariano Carlos Solano (V Marqués de Monsalud) en 1910; a la de su madre, María Teresa Gálvez Y Villalpando, 1911;
a las memorias de José Navia Vargas; y a la revista “Iris de Paz” de 1909, en la que se puede observar una fotografía del grupo escultórico de La Piedad, por aquel año ya presente en la casa misión de los claretianos; podemos hacernos una composición de lugar de cómo eran las semanas santas de principios del siglo XX
Así, se puede afirmar que la Virgen de los Dolores era la piedra angular de la Semana Mayor almendralejense, permaneciendo en las dependencias del palacio de Monsalud desde el Viernes de Dolores hasta el Miércoles Santo, que volvía a la Parroquia para salir de nuevo en procesión con el Señor Amarrado y el Nazareno.
Sobre esta procesión del Miércoles Santo cabe reseñar que la talla del Amarrado fue adquirida por la feligresía mediante cuestación popular, siendo párroco arcipreste Francisco Lergo Amaya, que tomó posesión de este cargo en 1903. Mientras, el Nazareno desfilaba en
un espléndido paso tallado, costeado todo ello por Cunegundis Fernández de Córdova, hija del V Marqués de la Encomienda.
El Jueves Santo se celebraba los Oficios Divinos por la mañana. Éstos eran el
Lavatorio, el Sermón del Mandato. Ya por la tarde, tenía lugar el canto de Tinieblas. Todos
los cultos eran muy concurridos, ya que desde las doce del mediodía hasta el anochecer se veían las calles “repletas de chicas jóvenes que, ataviadas con la clásica mantilla española, visitaban los Sagrarios”41
Por lo que a la mañana del Viernes Santo se refiere, una vez terminados los Oficios y retirado el Monumento, salía de la Parroquia de la Purificación un Vía Crucis de penitencia, que terminaba en la Iglesia de San Antonio.
Ya por la tarde, y después del canto de Tinieblas, salía de la Iglesia del Corazón de María el paso del Santísimo Cristo del Amparo, en un principio acompañado de de “una Virgen de los Dolores” que fue sustituida posteriormente por el grupo escultórico de la Piedad, realizado en Olot, cuyo taller de imaginería es calificado como uno de los máximos exponentes del arte romántico religioso.42
Sea como fuere, estas dos imágenes se unían al Santo Entierro, que salía de la Parroquia en un paso de gran calidad artística .Se hacía el recorrido de costumbre, y, a su regreso, entraban todos en el templo Parroquial. Para realizar un acto “muy emotivo, en el que
el pueblo participaba con verdadero fervor y religiosidad”.43
El acto consistía en una especie de procesión claustral que encabezaba la Cruz Parroquial con los ciriales, detrás dos acólitos con incensarios y, seguidamente, la urna con el Santo Cristo Yacente. A continuación, el Clero cantando el Miserere y, detrás, la Dolorosa; una vez que daba la vuelta completa al templo se acercaba el paso al púlpito y el sacerdote dirigente, desde este lugar, tomaba en brazos al Señor y, subiendo al presbiterio, lo depositaba
en un sepulcro tallado, muy antiguo, que de antemano se tenía colocado al lado del Evangelio.





40 Zarandieta Arenas, Francisco. 2007, “Algunas notas sobre el culto al Stmo. Cristo del Amparo” en “Boletín
de Semana Santa de la Hermandad del Cristo del Amparo”, 14
41 Navia vargas, 1967, José. Ob. Cit, 4
42 Cabrerizo Hurtado, Jesús. 2008, “Arte Cristiano en España durante el siglo XIX, Romanticismo Y
decadencia”, 2
43 Navia Vargas, José. 1967, Ob. Cit, 4

Por lo que al sábado Santo se refiere, tenía tintes de celebración, ya que se realizaban
los Oficios propios del día y, al entonar el Gloria, se corrían los velos del altar mayor y aparecía el Resucitado encima del sepulcro donde había sido depositado la noche del Viernes.
Como dato curioso, destacamos que los niños acudían ese día a la Parroquia con toda clase de vasijas a la espera de que terminaran los actos. Cuando esto ocurría, los colaboradores de la Parroquia se encargaban de llenarles de agua bendita los pequeños recipientes y los pequeños se dirigían a sus casas para, con ramos bendecidos el domingo anterior, rociar las estancias del hogar, formulando la siguiente frase ritualista: «Salid, demonios, del rincón, que ya resucitó Nuestro Señor».
Para finalizar, recordaremos que el Domingo de Resurrección salía por la mañana la procesión del Resucitado y la Virgen, representada por una imagen que también procesionaba
el día de la Candelaria. Al regreso, se celebraba misa solemne, asistiendo el Ayuntamiento en pleno, con la Banda de música, que bien pudo ser la del Obrero Extremeño, fundada en 1902,
o la del Corazón de María, que en 1903, recibía una subvención de 250 pesetas del
Ayuntamiento “por concurrir a amenizar las procesiones religiosas.”44













































44 Bote Lavado, Tomás. Ob. Cit., 62

BIBLIOGRAFÍA

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